A Margarita
Forman un grupo local
amante de su folclore
dèstos que van a bailar
a muchas fiestas mayores.
Un día, tras actuar
en el patio de un convento
que fue carcel medieval,
oyeron este lamento:
En estas cuatro paredes
paso encerrado los años,
sin que nadie me libere
a mi suerte abandonado.
Hace mucho, mucho tiempo
que los vivos me olvidaron,
que a nadie ya le intereso,
que aquí solo me dejaron.
Marcharon los carceleros,
los otros presos marcharon
como un alma en pena velo,
y entre las mazmorras vago.
Y tras estos largos siglos
de sufrir en solitario,
cuando creí que los míos
me habían abandonado....
Esta noche vi en el patio
a Dulcinea danzando
¡y pensar que por matalla
en la cárcel me encerraron!
Tras estos siglos de encierro
veo en mi puerta bailando
a aquella por quien fuí reo,
por quien terminé penando.
¡Baila, bella Dulcinea!
Mientras con la parca bailo.
¡Baila, mi dulce doncella,
olvidada de quijano!
Ahora, mi promesa he roto,
é su nombre he mencionado:
aquél que fue tu devoto
al enemigo ha mentado.
Yo al tal Quijote maldigo
è hasta maldigo a su Sancho,
uno por ser mi enemigo,
otro, testigo del acto .
Por él tuve que matarte
aquella mañana fría
que en sus brazos despertaste,
Dulcinea de mi vida.
Mas él, face mucho tiempo
que yace bajo una losa
y yo vivo aqueste encierro
sin que llegue al fin mi hora.
Parca, tú que te burlaste
de aquél pobre è burdo intento
que fice de reclamarte,
de ser, como todos, muerto:
¡Ya la he visto, dame tregua,
permite que al fin la losa
acoja este alma errante
que colgó de aquella soga!
¡Ya la he visto, aquí bailaba
mientras mi alma de muerto
temeroso la observaba
clamando justicia al cielo!
¡Mírame una vez tan sólo,
fermosa doncella mía,
haz que la luz de tus ojos
redima mi alma maldita!
¡Que la muerte al fin se apiade
de mi pobre ánima errante,
que a sus dominios me lleve,
que mi condena levante!
¡Mírame una vez tan sólo,
mi fermosa Dulcinea,
porque ahora sólo añoro
descansar désta condena!
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