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miércoles, 24 de agosto de 2005

Epílogo


Aprendan de mi desgracia,
recuerden la mi lección
cuando alguien en su casa
les invite a chuletón.

É si tiene barbacoa;
è si le ve usted feliz,
non olvide facer loa
del su fermoso jardín.

È si la envidia ensidiosa
por dentro corroe a usted,
consuélese con tal cosa:
"Quizás por muerto le den"

Que es precioso, non lo dudo:
cual de Hespérides Jardín.
¡Las Odaliscas por poco
non vinieron a por mí...!

Juro por Dios: que si obtengo
las vacaciones por fin,
non me sacan ni con cepos
de un sillón en mi jardín,

Porque a veces, por las noches,
despierto en sudor bañado
soñando que las mis obras
todavía no acabaron.

Amigos, aquí termino
de las mis obras relato.
Me congratulo, pues vivo
salí de aquestos trabajos.

Saulo

Capítulo VI - En el estanque anhelado


Bueno, ya está terminada
Esa parte del estanque
De tierra è piedras formada,
Pero non puedo llenarle.

Termino con la rocalla:
más o menos veintitrés
piedras que tapen la manta
grisácea de peuvecé.

Sube, baja, recoloca.
Tira de reñón de nuevo.
Con cuidado, pues si chocan
pueden pillarte los dedos.

Con la fértil tierra negra
termino de rellenar.
¡Ya se acaba la faena,
pronto vamos a gozar!

Ahora, tira de alicates.
Corta cables, saca punta,
é rehace los empalmes
cuando de nuevo se juntan.

Ocultos entre las piedras
quedan los cables al fin,
que non quiero dejar huella
que estropée el mi jardín.

¡El motor ya está instalado!
Luce la lámpara al cabo.
Ya sólo falta enchufarlo
¿Moriré electrocutado?

Intrépido engancho el cable.
la clavija enchufo presto.
Pero, ¿por qué nada hace?
¿Acaso he metido el cuezo?

Oigo risas a mi espalda.
Me giro è veo a mi filla
que, con la llave apagada,
de mi faz se desternilla.

Se apresta a encenderla. Salto
hasta la mesa cercana
huyendo del calambrazo
que avanzará por el agua.

Nada sucede, è observo
preocupado a la tortuga,
que impasible sigue el juego
de la caza de la oruga.

Mejor aún: desde el fondo
Hasta mis oídos llega
El claro rüido de un chorro
Que del estanque se eleva

Bajo de nuevo, valiente.
È me acerco tembloroso
Hasta la pared de enfrente,
Para poder ver el chorro.

¡Quedóme de maravilla!
Cuán fermosa evolución
sigue el agua en su caída
hasta el fondo del pilón.

"¿Eso es todo?" - me pregunto
recordando los trabajos
que me han tenido a punto
de acabar en el osario -

Mas poco duró mi gozo,
Pues al mirar más de cerca
Me doy cuenta de que el foco
Al filtro de color quema.

¡Para, apaga, date prisa!
- le grito como un orate
a la mi asombrada filla
mientras corro hacia la llave.

"Algo has puesto mal, querido"
Concluye la mi señora
Que atraída por los gritos
ha venido a ver la obra.

En efecto, falta algo.
¿Será una tuerca, un manguito?
Con algo hay que separarlo
O abrasaremos el filtro.

Deshago el puzzle. Al montarlo
seguí el libro de enstrucciones,
é me parece muy raro,
pues seguí bien las lecciones.

Vuelvo a leer è releo,
en español i en gabacho.
Le doy mil vueltas: non veo
qué provocó tal fiasco.

Al fin, vista mi torpeza,
me digo: "No es para tanto.
Si son siete u ocho piezas,
cuestión es de combinarlo."

Entretanto, al pobre filtro
le ha salido un ampollón
que se eleva de su sitio
por culpa del quemazón.

Cambio las cosas de sitio
cuatro, cinco, veinte veces
é ya creo que lo consigo,
pues la lámpara se enciende.

Más aún, he separado
un palmo el foco maldito
que antes había dejado
como el Etna al pobre filtro.

Vuelvo a montar todo el circo.
¡Albricias! Ahora hasta gira
è va cambiando de filtro
según el agua porfía.

"Sólo decir" - yo ya tiemblo
cuando fabla mi señora -
"Sólo decir que prefiero
el surtidor de otra forma"

Fue suerte que releyera
el manual de enstrucciones.
Esto hizo que me aprendiera
de memoria sus lecciones:

"¿Cómo prefieres, cariño?
¿Todo en forma de volcán?
¿Quizás mejor un chorrito
y cayendo lo demás?"

"Ése, ése..." Alborozada
bate palmas cual chiquilla
cada vez que el chorro cambia
rotando la su boquilla.

"Bueno, pues este dejamos"
- digo yo para abreviar -
" y ahora lo llenamos
de agua y venga, ¡a gozar!"

Ya preparo la mi hamaca,
Me acoplo en la tumbona.
È tomando mi guitarra,
Paso a gozar de la cosa.

"¡Y pensar que me he tirado
desde tres meses atrás
cada día libre pringado
para ésto desfrutar!"

"¡Y pensar que me he tirado
desde tres meses atrás
cada día libre pringado
para ésto desfrutar!"

"¡Y pensar que me he tirado
desde tres meses atrás
cada día libre pringado
para ésto desfrutar!"

No me repito: es que estaba
otro blus emprovisando
enganchado a la guitarra,
a un tal Clapton remedando.

"¡Cuidado, que si te pones
descuidado a canturrear,
podrían los nubarrones
venirse aquí a descargar!"

Ceso al punto, ya escaldado.
E decidimos cenar
Junto al estanque anhelado
Para poderlo gozar.


Saulo, por fin.

Capítulo V - O de las escombreras


Dos semanas: sólo eso
la lluvia cuartel me ha dado:
luce el sábado Lorenzo
espléndido è despiadado.

Ya desde maitines temo
lo peor por mi salud,
que dèsta obra me huelo
termino en al ataúd.

desfruté del desayuno
cual de su última cena
debió desfrutar, presumo,
Nuestro Señor en Judea.

Miraba al sol como a Judas
miraría El Redentor,
para mí pensando: "apuras
la copa del mi dolor..."

Non quedóme más remedio.
puesto el traje de faena
dirigíme hacia el albero
lleno de congoja è pena.

Despedíme de los míos.
Mi memoria aún evoca
los sollozos de mis fillos,
el abrazo de mi esposa.

Pertrechado con mi pala,
cual lanza de caballero
intrépido abrí batalla
contra el primer arenero.

Doze sacos, diez quintales
llené con brío, pardiez,
antes de que a mis costales
se aferrara la vejez.

Los mis lumbares crujían;
doblábanse mis muñecas;
los brazos non los sentía;
tartamudeaban mis piernas.

"¡Un descanso, por favor!"
Clamaba el mi subconsciente
mas yo, incólume al dolor...
Paré inmediatamente.

"¡Non vencerá este viaje!,
¡Non por cansancio rendido!"
Eché mano de coraje...
¿dónde diantre se ha metido?

"Marchóse con los pulmones
al sarao quel corazón"
- me recuerdan los riñones -
"tiene a ritmo de hip-hop."

"Excusas", pensara alguno
é tendrá más que razón,
mas si non paro, a lo sumo,
me desmayo del calor.

Ya non me quedan más sacos,
hemos de tirar la arena.
Por la mi casa pasallos
para ir a la escombrera.

Pensé dejando la pala:
"Con tal de facer descanso
trago tierra si hace falta
è hasta mastico los sacos."

Felices las prometía
tras la mi pala soltar.
Al poco un saco cogía
è intentélo levantar.

Crujieron las mis cuadernas,
encabritóse la panza;
mis rótulas cuasi quiebran;
perlas de sudor brotaban.

¿Sólo un saco? ¡Esto parece
de Heracles las doce pruebas!
Mucho me temo que un duende
lo haya llenado de piedras.

Fágole unas orejillas,
è desta guisa lo arrastro
toda la escalera arriba,
è después por todo el mármol.

Mi esposa que todo ha visto,
se mesa los sus cabellos:
"¡Saulo levanta eso en vilo,
o te cargas nueso suelo!"

Sólo pensar en cambiar
las baldosas, saco fuerzas
de do no las pude hallar
è lo llevo hasta la puerta.

En volandas, trapeando
al viento tras de la bolsa,
por la otra escala me lanzo
entre risas de mi esposa.

Dejo el saco, è al garaje
me dirijo dignamente.
Desplazo mi carruaje
hasta donde el saco duerme.

Hube de cargarlo a pulso,
è non sé si rechinó
mi costillar del impulso
o fue la amortiguación.

"¡Venga, sólo quedan once!"
- animaba la mea filla -
(al ver mi cara se esconde
con su madre en la cocina)

"Mira, Saulo, que las bestias
nacieron por cargar,
è que tú te diferencias
en que sabes cavilar..."

Una estrategia brillante
pasa por mi mente: un carro
bien podría fabricarme
para transportar los sacos.

Tomo el carro de la compra
dejo el su chasis vacío;
cambio tablón por la bolsa
è fabrico un carretillo.

Fago orejillas a otro;
aúpole por la escalera.
En el carrito lo monto
é cruzo la marmolera.

Extraños ruidos escucho,
pero oídos sordos fago.
Claro su origen descubro
vuando voy a descargallo:

Los barrotes de aluminio,
(media pulgada, macizos)
han quedado cual chorizos.
El tablón, su huevo frito.

Pero este viaje, al menos,
sólo tuve que cargar
escalera arriba è luego
tras el fardo trapear.

Subo el saco al maletero.
El carruaje está ya
con sus faros hacia el cielo.
Non sé si resistirá.

Poco a poco, con sudores,
sufriendo è rompiendo el carro,
cargo a base de dolores
èsa dozena de fardos.

Cuando al volante me siento,
por fin mis piernas descansan.
Las manos, ya ni las siento:
las marchas sólas entraban

Pensé que colaboraba
el coche con tal de ver
que tal carga le quitaba
cuanto antes pudiera ser.

Al fin llego al 'Punto Verde'
donde un amable señor
me dice:"Er ezcombro puede
tirar ar contenedor."

"Acerque uzté er maletero."
"Cuán amable", pensé yo.
"A ver si por unos euros
aligera mi labor..."

Abro el portón:"¡Pero hombre!,
¿Cómo ez tan animal?
¡Azí ze carga uzté er coshe.
Zi ez un Tuingo nada má!"

"Si tú supieras, mangante,
quién los hubo de subir..."
Sonrío: "¿Puede ayudarme?"
"Ni loco" me dice a mí.

"¿Quiere buzcarme una baja?
Tengo un reñón esho porvo,
ze dezprendió de la guaza
de verlez ponerze rojoz

Záqueloz con güen cuidado,
no ze vayan a rompé.
Que zi en el zuelo cae argo,
la pala la coje uzté.

Y tíreloz con zu bolza
no me lah vacíe uzté.
Y cuide que no ze rompan
cuando vayan a caé. "

Desde tres metros caían
los fardos sobre el escombro.
Nunca supe si rompían,
entre las nubes de polvo.

Raudo arranqué el carruaje,
quemando ruedas salí.
Diciéndome: "Otro viaje
te atropello antes a tí".

Vuelta a la pala de nuevo.
Esta vez ya la blandía
de rodillas en el suelo
puesto que ya ni sentía.

Llené veinticinco bolsas
mas sólo hasta la mitad,
"Con tal de que non se rompan..."
Pensé con ingenuidad.

Como el carrito está roto,
hay que pasarlas a brazo
(partido) sobre los hombros
o en le costado apoyados.

"Ya me da lo mesmo siete
que setenta: muerto acabo"
- pienso para mis adentros
mientras cargo con los fardos -

Ya llevo el último saco,
cuidando de non manchar,
cuando escucho un ruido raro,
que suena así como "¡Ras!"

Miro al suelo, mas non creo
lo que me dicen mis ojos,
pues para mi desconsuelo
el fondo del saco ha roto.

¡Mi mármol, otrora impoluto
lleno de escombro è de piedras!
Mi dueña casi del susto
se me desmaya en la arena.

Antes de meter escoba
hube de coger con pinzas
piedras, raíces è hojas,
mientras mi esposa gemía.

Llegado hasta la escombrera
viene otro a recibirme:
- "¿Que tal la nueva remesa?
Aún no paro de reírme

de lo que mi compañero
me contó de la anterior:
rayó con su coche el suelo,
cargado como un camión"

"Un gracioso, sólo falta
que me traigan a un bufón
que volteretas me faga
mientras escupo un pulmón"

Mas que tirarlos: empujo
por el zafio terraplén
los fardos sin más tapujos
è salgo arreando después.

"¡He terminado, mi dueña!"
- Alborozado aparezco -
"Ya tienes puesta la mesa"
- "¡Por Dios que me lo merezco!"

No he empezado la pitanza
cuando me viene a decir:
- "¿En cuanto baje esa panza,
seguirás con el jardín?"

- "¿Por qué? Las dos montoneras
de tierra ya terminé"
- "Mas cuando acabes la siesta,
las piedras hay que poner…"

"¡Muerto soy!" : non recordaba
las losas de gran tamaño
que el mi suelo tapizaban
è quité con mi cuñado.

- "Cariño, ¿no es suficiente
por hoy quitarnos la tierra?"
"Pero, Saulo, ¿y si llueve
è nueso jardín se anega?"

"Tiene razón, no hay remedio.
La tarea he de acabar.
Total, si estoy medio muerto,
muerto y medio, ¿qué más da?

Ya de perdidos al río"
- me intentaba convencer,
mas aunque hablaba yo mismo
aún me negaba a creer.

Sentóme mal la comida
La siesta pasé en cuchillos.
Todo el mi cuerpo pedía
Descansar a voz en grito.

Levantéme, he de decir,
Con tal humor de mil perros
Que los demonios huían
De terror a sus infiernos.

La mala uva da fuerzas.
é con su ayuda de piedras
compuse el rompecabezas
de maldición a blasfemia.

La más grande, a una cama
de matrimonio asemeja.
Como non puedo cargalla,
la he de rodar cual peseta.

Siete veces que la puse,
siete veces la quité.
En una, ya más non pude
é bajo ella quedé.

"¡Auxilio!", gritè a mi esposa.
Díome al principio por muerto.
Debió de pensar:" la losa
dejamos de mausleo."

Las mis piernas pateaban;
mis brazos, sobresalían.
coleóptero de patata
díjome que parecía.

Mi tortuga al mi trasero
se acercaba para ver
si un compañero de juegos
le acababan de traer.

Por fin me arrastré cual grácil
gusano en tierra mojada
hasta abandonar la cárcel
pétrea que me aprisionaba.

Coloca piedra. Recorta
sobre el suelo silueta.
Levanta la piedra ahora;
vacía entonces de tierra.

Pónla de nuevo en su sitio.
La pisas. Se balancea.
Repite otra vez cual simio
la letanía completa.

Aún estoy finalizando.
Échase la noche encima.
Llamo a mi dueña clamando:
"Encarga por mi una misa"

- "¡Qué bonito te ha quedado!"
Escucho su voz lejana.
Yo, mientras tanto, he cruzado
la cegadora luz blanca.

"Saulo, ¿Me escuchas? Te digo
lo bonito que ha quedado,
y tú sigues distraído:
non mereces mis halagos."

Su tono de voz que clama
tráeme a este mundo de nuevo
cual Beatriz que me llama
sacándome del inferno.

"¿Si, cariño?¿Te ha gustado?
¿No queda nada por fin?"
Le respondo aún temblando
i escudriñando el jardín.

"Non, mi amor. Ya sólo faltan
unas luces por poner,
alguna que otra planta...
Está quedando muy bien."

Su voz melosa me arrulla
è casi caigo dormido
en la escalera, cuando una
frase llega hasta mi oído:

"Cuando quitemos al fin
esta fea barandilla
lucirá nueso jardín
cual octava maravilla"

Después désto non recuerdo
nada más, amigo mío,
hasta despertar de un sueño
con todo el cuerpo molido.

Al día siguiente, domingo,
cuando al alba el gallo canta
descubro, querido amigo,
que nada se me levanta:

Los mis párpados con cera
pura parecen sellados.
Brazos, ni manos, ni piernas
responden a mis mandatos.

Del resto, ya ni te cuento;
que como non puedo ver
è del cuerpo nada siento,
primero pienso: "Palmé.."

Pero todo queda claro
cuando oigo a mi mujer
decirme: "Querido Saulo,
¿te levantas de una vez?"

"¿De una vez? Tal vez suceda
pero de una pieza, non.
Que debido a la molienda
me pesa hasta el edredón."

"Venga, hombre, no exageres,
è date prisa, mi dueño,
si es que las carreras quieres
ver al volver del vivero"

"¿Las carreras?¿El vivero?"
De seguro no estoy muerto
"¿o quizás todo esto sea
un tormento del infierno?"

Chirriando cual cadena
de viejo ancla oxidado
giro sobre mi cadera
é caigo al suelo de lado.

Al bajar las escaleras
oigo reirse a mi filla
al ver que, como una agüela,
me aferro a la barandilla

Non corre la picarona,
è las sus risas arrecian,
pues non cree que la coja
ni pueda con la correa.

Resumiendo: hacia el vivero
salgo con mi carruaje
va ligero como el viento,
libre del gran tonelaje.

Compro plantas: veinticinco
(unas pocas solamente)
el de la caja me dijo:
"¿va a plantar cinco parterres?"

Traigo las plantas a tiempo
de ver cómo en las carreras
un extraño movimiento
saca a uno por las orejas.

"Non puede dolerle a ése
la mitad de lo que a mí"
è con esto consoléme
è partí hacia el jardín.

Plantadas todas las flores
(gasté tres sacos de tierra)
mientras el sol ya se pone
me siento en la mi escalera.

Mi merecido descanso
me despongo a desfrutar
cuando se ríen los hados
è comienza a diluviar.

A casa, e raudo hacia el sobre
que non quiero ni cenar.
Aunque de fambre me doble
sólo quiero descansar.

El lunes tras la tarea
que ejerzo por lo normal,
el mi suegro se nos llega
a nuesa casa a ayudar.

"¡Precioso os está quedando!"
- mientras se asoma al jardín -
con la cerveza en la mano
e fijo me mira a mí.

"Mas veo que no has quitado
aún la fea barandilla
que estropea tu trabajo
que ha quedado de delicia.

Dame la sierra, que al punto
la cortamos por lo sano.
¡Non pongas cara de susto,
que no es para tanto, Saulo!"

Al ver mi rostro mudado
por el terror se revuelca
de risa è me dice: "Vamos,
que non creo que te muerda!"

Pasó hora è media cortando
los tubos de la maldita.
Resistió más que a romanos
en Numancia resistían.

Cada vez que le veía
la gota gorda sudar
los mis brazos se dolían:
pura solidaridad

Al fin quitamos los hierros
que llevamos al garaje
dejando - eso sí - regueros
a nuestro paso de enjuagues

Acabamos con el mocho
è la fregona el trabajo.
Puedo decir con gran gozo
que está cuasi terminado.

Capítulo IV - Armado de pico è manta


Aún me queda, ¡voto a tal!
deste tajo interminable
tornar en jardín tal solar
é construir el estanque.

Si me encargo yo, la palmo,
visto lo que aconteció
con la zanja que hice en marzo,
y aún mi cuñado ayudó.

Mas si contrato: ¿qué pasa?
¿no vendrá a forrarse más
a expensas de la mi casa
la bolsa de Movistar?

Al fin tomo mi carruaje
è lánzome sin consuelo
a preguntar sin ambages
en tres o cuatro viveros.

Todos dicen: "nos pasamos
por su casa è ya veremos
lo que allí nos encontramos
è le hacemos presupuesto."

Pasan las horas en balde;
sólo aparece un anciano
con cachaba, aire amable
è boina de hortelano.

Entra en el jardín è dice:
"¿que es lo que quieren facer?"
Por cada cosa que dije
más pegas vino a poner:

Que si el césped, mejor tepis;
que si el estanque, non sé.
Que las piedras no coloca;
que si el árbol está bien.

Cuando marcha nos miramos
mi señora y el que escribe,
y coincidiendo entre ambos
nos decimos: "imposible"

Facemos un inventario
de las cosas por facer,
è nos sale que hay trabajo
para currar más de un mes:

Hay que quitar los montones
de tierra de la pared.
È de la parte sin césped
poner la piedra otra vez.

Falta facer el estanque,
el seto, dejar fetén.
Replantar fermosas flores,
replantar el césped bien.

Y dejamos aún con eso
la poda de la catalpa
quitar el viejo cerezo,
podar al de las manzanas.

Santo cielo, ¡ya me espera
otra tunda de palmar!
ahora que se recupera
èsa mi zona lumbar.

"Cariño, non te preocupes"
- le digo a la mi mujer -
"no hay mal que cien años dure"
(non creo que aguante diez)

El sábado, llegado el alba,
de pico è pala cargado
voy al jardín de mi alma
a segur con lo iniciado.

Aquí comiençan mis penas:
me acerco al rincón del fin
(de lo poquito que queda
incólume en el mi jardín)

Veo al mi rosal despistado:
cojo azada, e meto tajo.
De paletón pertrechado
saco el rosal desde abajo.

Ni se queja el pobrecito;
con sus vergüenzas al sol
déjole en agua un ratito
mientras fago un boquetón.

Agujero grande e libre
- como la España anterior -
al lado del de su estirpe
fago con el mi azadón.

Replanto pronto al ahogado
que cual pez fuera del agua
por minutos se ha mustiado,
aunque tiene cuatro ramas.

Ahora, me falta ese otro
rosal de pitiminí
pienso: "vaya nombre tonto
pusieron tan baladí"

No me imagino a Darío,
ni a Ciro ni aún a Artajerjes
dando aqueste apelativo
a una planta ni a un esqueje.

¿Pues non dicen que son persas
los rosales? ¿o son chinos?
Mas, ¿non eran holandesas
las rosas por estos sitios?

Bueno, entretanto darle
al cacumen he cavado
debajo de la raigambre
y queda desarraigado.

Me siento cual asesino
mas non queda más remedio
o trasplanto el rosal chino
o me lo quito de enmedio.

Le busco sitio en el seto,
meto pala, mas ¡que horror!
tres bulbos quito de enmedio
al meter el paletón.

¡Ay, mis bellas florecillas,
que empezaban a salir!
¡sus corolas amarillas
acusan su triste fin!

A lo fecho, pecho, Saulo.
Me afano en el mi trajín
o me doy prisa en el tajo
o muere el pitiminí.

Al fín queda medio lelo
sus tallitos cual manojo
de espárraguitos trigueros
tirados por los rastrojos.

Ahora, limpiar maleza
es la próxima labor,
è me tiro de cabeza
armado del azadón.

Corta, arranca, desentierra,
desbroza con la azadilla;
sin pudor mete tijeras
en el suelo de rodillas.

Las manos se despellejan,
el pelo, caído en los ojos;
las gafas llenas de tierra,
las rodillas por rastrojos.

Terminado aqueste punto.
Agora viene lo bueno,
que es arrancar a lo bruto
el pitaco del extremo.

¡Cómo pincha el desgraciado!
¡Non te resistas, que mueres
lo mismo si me has dejado
espinado hasta los dientes!

Con otro certero golpe
le arranco hasta el cepellón
è lo tiro, aunque soy torpe
lanzando con azadón.

Toca pincharse aún con guantes:
atrapallo con la pala
un malabar de feriantes
semeja è non cojo nada.

Sólo falta quitar piedras.
Sería fácil - digo yo -
si los brazos resistieran
a tan cansada labor.

Apilada la rocalla
en montones sobre el césped,
el desierto del Sahára
comienza a parecer èste.

Ya non queda más remedio,
ya non cabe excusa alguna
he de quitarme de enmedio
la primera de las dunas.

Mas non tengo carretilla,
¿cómo mover - digo yo -
los quintales de arenilla
è facer nuevo montón?

A pala non puede ser,
o daré tantos viajes
que al baúl de la Piquer
ganaré en kilometraje...

¿Y si la llevo con cubos?
Cubo - digo - en singular.
Que como sólo hay uno
y de plástico, se rajará.

Al final - bombilla blanca -
se me ocurre una idea:
tengo una manta guardada
vieja, dura è muy fea.

Lo haré como en las mudanzas
se trata de echar la tierra
en el centro de la manta
è luego tirar de ella.

Cierto es que arrastrará
por encima del maltrecho
césped todo el arenal,
pero polvo ya está hecho.

Con un quintal de paladas
de entrada cargo la manta
dejo esquinas anudadas,
è tiro, mas nada arrastra.

Miento, mis pies sí patinan
por la arena è casi caigo
è pego, a ver si adivinan
con qué parte en todo el barro.

Salvada la compostura
pienso me pasé de largo,
è quito de arena dura
la mitad de lo cargado.

Ahora, ahora sí puedo,
digo mientras del esfuerzo
se me escapaba un "credo
en dios" o sea, un cuesco.

Vamos, que casi defeco
del esfuerzo de tirar.
È me digo: asín non puedo.
menos tendré que cargar.

Me llego hasta la otra esquina
doy la vuelta en un gracioso
trompo de manoletina
è toda la arena arrojo.

Ánimo, ya sólo quedan
diez mil viajes que hacer.
Y antes de las carreras
de mañana acabaré.

Cargo otra con la pala
a fe mía, más prudente
arrastro otra vez la manta,
la vuelco más fácilmente.

Embriagado de alegría
cargo otra manta al momento,
cual Schwarzenegger, diría,
más sudando cual jumento.

Cargo la arena con brío,
con ganas rompo terrón;
cargo mantas con trapío,
con pala è con azadón.

Voy faciendo montonera
en la esquina del jardín
que hasta mi cintura llega,
mas sigo sin ver el fin.

Así, por media jornada
sangre è lamentos sudando
transporto la tonelada
è la voy amontonando.

De vez en cuando mi hija
apiádase de mi ser
è me acerca la botija
con líquidos è con miel.

E yo le digo: hija mía,
acuérdate de tu padre
ya que mañana podrías
encontrarte con que es tarde.

Pues non sé a aqueste paso
si mañana aquí estaré
que deste viaje la palmo,
cual liebre bajo lebrel.

Continúo con ahínco
por la labor acabar,
è termino hacia las cinco,
è me despongo a zampar.

"¿Cómo va todo?" - pregunta
mi señora en la cocina,
mas por mi cara barrunta
è la respuesta adivina.

"Tranquila, que dèsta acabo
con la arena del jardín.
Lo que no queda tan claro
es si acabarás sin mí"

El lunes preveo un día
de agujetas è dolores.
Toma azúcar è recuerda
cómo fue el de los zanjones.

El tan sólo recordallo
los pelos pone de punta:
una semana pasaron
mis músculos en aguja.

"Pienso pasar todo el día
de mañana en el sofá
rascándome la barriga
è intentando descansar.

Y me veo, mientras reposo
las carreras del domingo,
pues quiero ver al Alonso
a ver si suda lo mismo."

Corta se me hizo la siesta
cuando volviendo al trajín,
empiezo a colocar piedras
otra vez en el jardín.

Vuélvete a la esquina: allana
el montón hasta igualarlo.
Ayudado con la pala,
me dispongo a aterrazarlo.

Cual un enfante en la playa
fago escalones de tierra,
armado de azada è pala,
è doblado de las piernas.

Cuando el sol ya me abandona
caigo exahusto al sofá
pensando: desta poltrona
en vida non salgo ya.

Prácticamente me acuesto
a rastras è sin cenar
pues la cuchara non puedo
tan siquiera levantar.

Ay de mí, temo el mañana
cual un reo encadenado
que tiene con la diana
patíbulo asegurado.

Non duermo: los ojos cierro
è caigo descoyuntado.
Lo siguiente que recuerdo
es que el día ha despuntado.

Ya es de día. Me incorporo,
o mejor dicho, lo intento,
pues son mis piernas de plomo
è los brazos están muertos.

Domingo fue de dolores,
pero el lunes mucho más,
pues además los señores
tenemos que ir a currar.

Terrible fue el cachondeo
de la gente con la cosa
de andar más espatarrado
que muñeca de famosa.

Que si pareces preñado,
que si andas cual bebé,
que parece que te han dado
por do el nombre non diré.

Comienzan - tres días después
de suplicio impresionante -
las agujas a ceder,
mas el tormento es constante.

Una fibrilar rotura,
concluyen los entendidos.
Tranquilo, que eso se cura
tras unos días de suplicio.

Paso tres o cuatro días
caminando cual pinocho,
con las piernas de madera
è las rodillas de corcho.

Albricias, al fin es viernes,
è observo circunspecto
la metereología en ciernes
(o sea, al hombre del tiempo)

Con lágrimas en los ojos,
de puro agradecimiento,
observo: lloverá todo
el fin de semana entero.

O sea, que en lo tocante
a las obras, de momento,
faceré punto è aparte,
pues non acompaña el tiempo.

Saulo.
(amenazando con continuar)

Capítulo III - De la mea contrata


A cantar tamaña gesta
me dispongo con premura
por ser defícil apuesta
ganar en lucha tan dura.

Aquesta batalla èpica
intentarè sea cantada
en octosílaba mètrica
è por todos recordada.

Todo empezó de puntillas
cual quien no quiere la cosa:
"Començemos esa obrilla"
- encargóme Doña Rosa -

"Habrá que forrar el muro
de acceso a nueso jardín
pongamos piedra de musgo,
busquemos buen albañil."

"Fablad con nueso vecino,
aquél que de obras entiende,
è contrata con buen tino,
aquél que te recomiende"

Pues allí marchó el buen Saulo,
- iluso cual colegial -
a interpelar al manitas
que habita el chalé de atrás.

"Sí, sin duda, todo es fácil"
- le dice sacando pecho.
Fue la repuesta tan grácil
que Saulo pensó: "está hecho"

"Observa los mis arreglos
bellos è bien acabados.
Me los fizo la cuadrilla
que está en el chalé de al lado"

"¿Al lado dices?" - se admira
Saulo viendo el cielo abierto -
"Pues vayamos con las mismas
a ver a tal arquitecto."

Toma Saulo sus medidas,
calcula metros cuadrados
plano en ristre se encamina
a conocer al loado.

Ya parecióle algo raro
cuando pregunta por Mario
è responden en polaco
"¿Maguio? stag okupado".

"Móvl. Este" - dice un tipo
con la paleta en la mano
è pañoleta con picos
cubríendole el su terrado.

È le alarga una tarjeta,
le enchufa su aliento a güisqui,
con un nombre de cien letras
del tipo "Mario Grozinski".

A Saulo le huele mal
la cosa, incluso piensa
si el vecino no tendrá
comisión en tal empresa.

Pero bueno, llama al móvil
que en la tarjeta figura,
è pregunta al poco: "¿Mario?"
aún inmerso en la duda.

Poco dura el desconcierto,
bien pronto queda aclarado.
Inconfundible el acento
del tal Mario: no es polaco.

Rumano de la mesma Hungría,
junto a Austria: Budapest.
El pasaporte decía:
"no se sabe de dó es."

"Bueno, pues nada, racista
a mí no me han de llamar.
Que esta gente viene lista
a currar y a trabajar..."

È le cuenta el su proyecto
al endeveduo entre señas
de forma que el arquitecto
entienda bien sus ideas.

"De qué valdrá" - se pregunta -
"facer señas, si es un móvil"
Face aspavientos que asustan,
viéronse desde Chernóbil.

"Sí" - responde el interfecto
a cada frase de Saulo -
"Sí, que sí, claro, cogecto"
egual que un disco rayado.

Cuando llega hasta el final
de relatar la su idea,
dice el otro sin dudar:
"Es poca cosa, no tema"

"¿Poca cosa? Diga cuánto
le tendremos que pagar,
è cuando estará despuesto
para la obra abordar."

"Pues cosa de ciento è pico"
- responde el interpelado -
"Paga semana que viene,
en un día está acabado."

"Caramba" - se maravilla
Saulo al ver que será pronto -
"¿Ciento è pico? Cierre el precio,
o ¿Me toma usted por tonto?"

"Entge cien y cientoveinte"
- dice Mario sin dudar -
"Podgemos haceglo el jueves".
- afirma para acabar.

"Bueno, en tal caso, de acuerdo.
Para el jueves ya quedamos,
è hasta cientoveinte euros
al terminar le pagamos."

Vuelve Saulo tan ufano
a ver a la su señora:
"Cariño, ya está arreglado.
Sólo me costó una hora".

Cual héroe troyano mira
Doña Rosa a su consorte.
Hasta le afirma que admira
la gallardía de su porte.

Saulo, henchido de orgullo
se siente tal cual Heracles
tras vencer las doce pruebas
è regresar de los Hades.

Èluso, no sospechaba
que con estos del cemento
donde dije digo, Diego;
è non vale juramento.

Llegó el jueves mentado,
Saulo espera elusionado
a llamar a su Señora
para ver si han terminado.

"¿Que si acabaron, preguntas?"
- repregunta la mentada -
"Su velocidad asusta
non he llegado a ver nada..."

"Pues,¿qué pasa? ¿non terminan?"
- inquiere tomando aire.
"Ni terminan ni comienzan.
Aquí no ha venido nadie".

Mira al cielo el pobre Saulo
è observa que mucho llueve:
"Llueve a cántaros, por tanto,
facer obras non se puede"

Llueve el viernes, sigue todo
el fin de semana así.
Para cuando llega el martes
para de llover al fin.

Llama Saulo al arquitecto,
que contesta: "¿Digamè?"
"Hola, soy Saulo. ¿Recuerdas?
Desde el jueves te esperé"

"¿Saulo?¿Qué Saulo me dice?
¿quién es usted? no saber"
- Los pelos tal cual escarpias
se pusieron en su piel -

"Saulo. Quedamos el jueves,
para una obra facer.
Pensé: non viene pues llueve,
¿Cuándo va a venir usted?"

"¡Ah," - dice haciendo memoria -
"es aquel con quien quedé
paga faceg poca cosa
en su casa!. Ya lo sé"

"Pues migue, estoy en Hetafe
es tan lejos, migue usté,
que paga haceg un tgabajo
tan pequenno no podgé."

"¡Voto a Brios! ¡He quedado,
tengo palabra de usted!
¡Si ahora me deja colgado
se arrepentirá, pardiez!"

"Non pgueocupagse que vamos,
semana del dia dies,
paga haceg otgo tgabajo,
y ya hacemos su paged.

El mateguial espegamos
paga ese oto chalé.
La buhagdilla acabamos
e mando alguien a usté"

"¿El material? ¿Para cuando
eso puede suceder?"
"Mateguial llegag el jueves,
a las nueve le vegué."

Llama de nuevo a su casa
Saulo è dice a su mujer:
"De este jueves no pasa,
que nos hagan la pared."

Los días pasa expectante.
El jueves es soleado.
Saulo piensa "mosqueante,
que éste no haya llamado"

Vuelve a tirar de aparato
pensando: "Me va acostar
un ciento. Mejor contrato
acciones de Movistar"

"¿Mario? Soy Saulo de nuevo.
Te estoy esperando aquí.
¿A que hora más o menos
tenéis pensado venir?"

"¿Saulorrggg?¡No se oye nada!
No teneg el mateguial.
No ig en esta semana.
¡Paga el sábado llamag!"

"Malandrín, llevo esperando
desde face quince días,
è faltando al mi trabajo
cuando decías que venías.

¡Llámame en cuanto tengas
el dichoso material.
É avísame cuando vengas.
No te olvides de llamar!"

"El lunes, lunes, segugo.
Y antes a usted llamag.
Es poco, usted no pgeocupo,
espegag el mategial."

"Vale, espero tu llamada
y no me falles ya más
que no quiero otra jornada
de absentismo laboral"

Y así quedaron las cosas,
Saulo creyó: "bien atadas"
è esperó por si las moscas
hasta aquel fin de semana.

Llega el sábado, non llama
el arquitecto al cliente,
y aunque espera la llamada
non quiere ser impaciente.

Al fin llama por la tarde:
"Non responde al aparato.
Me veo otra vez en balde
esperando a este pazguato"

El lunes por la mañana
Saulo marcha a trabajar,
è a mitad de la jornada
el móvil viene a sonar.

"Saulo, soy Maguio y estamos
llamando a la puegta y nadie
nos abge. ¿Qué esta pasando?
¿Pogqué usté no nos abge?"

"¡Voto a todo!" - exclama Saulo
por los demonios tomado.
"¿Non le dije que llamara?
¡Ahora estoy trabajando!"

"Pues si no habeg nadie, nada.
¿Que haceg con las piedgas éstas?
Paga toda la mañana
dejaglas en la su puegta."

"¡Déjelas donde usted quiera!
¡métaselas do le quepan!
¡Y a las tres de aquesta tarde
quiero verlo aquí en mi puerta!"

"Bueno, a las tges entonces,
pog su casa nos pasamos."
"¡Que no me falle este hombre!"
- pensó Saulo cabreado.

A las dos - una hora antes -
le llama su Doña Rosa:
"¡Saulo, no entro en el garage
porque está lleno de losas!"

"Non te preocupes mi dueña
que Mario viene esta tarde
è por eso están las piedras
en la rampa del garaje."

"Bueno, pero son muy feas,
claruchas, color canela.
¿Non me dijiste que negras
habías pedido las piedras?"

"Bueno, negras totalmente
a fe que non las pedí.
Fue 'de musgo' solamente
las instrucciones que dí,

pero si a usted, mi señora,
non le placen las cambiamos.
Eso sí, no sé en que hora
volverán los desalmados"

"No digo que sean feas.
Sólo que non son oscuras.
Tenía hecha una idea,
y parecen poco duras."

"Pero ¿non son de granito?
¿acaso calizas son?
A ver si me ha metido
gato por liebre el bribón..."

"Bueno, ¿vienes o que faces?"
- pregunta al fin la su esposa.
"Mi dueña, estoy trabajando...
Non falto por cualquier cosa..."

"Pues yo sóla non decido
si las hay que devolver.
Venga al punto, señor mío,
y retórnese después."

Acelera su tarea,
decide, delega, encarga,
toma las de Villadiego
è sigiloso se larga.

Llégase hasta sus lares
descompuesto de correr.
Observa los minerales
e muy raros non los ve.

"Ya que estoy aquí" - medita -
"al tal Mario voy a ver
por saber la hora bendita
en que las van a poner."

Con gran zancada se acerca
hasta aquel chalè de al lado
é allí encuentra al paleta,
aquél de acento polaco.

"¿Maguio?. No. Él comeg"
- afirma como si tal cosa.
È Saulo torna otra vez
a su casa con su esposa.

"Vea mi señora que yo
non veo feas las piedras.
E si decimos que non
más larga será la espera.

He visto que otros vecinos
las tienen deste color
è parecen bien bonitos
sus cocheras, digo yo."

"Pues bien, si te gustan, vale"
- afirma la su consorte -
"Luego non digas que tales
piedras quedan cual pegote".

È tomando ipso facto
Saulo las de Villadiego,
corriendo vuelve al trabajo
pensando: "Desta me muero".

Toma de nuevo las riendas.
Revisa mil è un errores,
considera cien propuestas,
realiza mil correciones.

Non recibe hasta su marcha
comunicación alguna
è por fin vuelve a su casa
cuando la noche despunta.

"¿Ya vinieron los obreros?
¿Terminaron las tareas?
¿Te pidieron los dineros?
¿Están fermosas las piedras?"

"Sí, vinieron." - dice ella -
"A las cinco y diez llegaron.
Metieron todas las piedras
y antes de y cuarto marcharon."

"Pero, ¿cómo?¿no están puestas?
¿no fablaron de volver?"
"Mira: no hay quien les entienda.

En que llamaran quedé."
Saulo muda el su color,
negro está más que las rocas
ya se teme lo peor:
las demoras non son pocas.

Coje de nuevo aparato.
Frenético marca ya.
"¿Maguio?" - dice al aparato -
(No sabe ni pronunciar)

"Si, digamé. ¿Quién llamag?"
- le responde el interfecto.
"Saulo soy, so perillán."
- responde torciendo el gesto.

"Las piedras las han dejado
en medio del mi jardín.
¿Cuando van a venir, Mario,
a ponérmelas por fin?"

"Non pgeocupag, que mañana
iguemos paga poneg.
A las nueve mando a alguien,
como dije a su mujeg"

"¿A las nueve? Yo non puedo.
Faltar al tajo otra vez" -
piensa para sus adentros
Saulo tragando su hiel.

"Mira, Mario, no podemos
esperarles otra vez.
Ya me dirá lo que hacemos
por que pueda pasar él"

"Non pgoblema, ya pensado.
Pog valla él saltagá.
Estág todo contgolado.
Usted ya no pgeocupag"

"¿Por la verja dices, pillo?
¿Y que pasa si le ven?
me veo en el cuartelillo,
faltando al curro otra vez.

"No, nada pasa, tganquilo,
que venig mucho hasta aquí,
y conoceg al dedillo
toda la Guardia Civil"

"Bueno, mas yo no os conozco,"
- dice harto Saulo al fin.
"Como llamen no me pongo"
- elucubró para sí.

"Vale, que venga a las nueve.
Ya veremos que se hará
por abrirle y que no tenga
nuesa verja que saltar".

Cuelga è le dice a su esposa:
"¿No te hablaron de saltar?"
"Tal vez" - dice doña Rosa -
"Se les entiende tan mal"

"Dicen de saltar la verja,
para trabajar después"
"¡Ay, por dios!" - responde esta
"Tiene que venir Esther".

(Aclararé en este punto
que la mencionada Esther
doncella de confianza
en casa de Saulo es)

"Pues se nos muee del susto
si abre la cortina è ve
al paleta en los arbustos.
¡Slgo hay que hacer, pardiez!"

"Además" - recuerda Rosa -
"consideremos que es
de Guardia Civil esposa.
Puede montar un belén."

"Vale" - Saulo resignado
acepta lo inevitable -
"por despedido me fago:
iré al trabajo más tarde"

A las seis se me levanta.
lleva a la escuela a su filla
Vuelve con la su esperanza
de evitar la rencilla.

Nadie viene, pasa un rato,
torna otra vez al jardín.
Mas ¿qué es esto? ha saltado
por la verja el malandrín.

"Hola" - dice mientras abre
la puerta del su jardín
(antes sitio inexpugnable)
al paleta borrachín.

"¿Hola, hola, como estag?
Saltag valla, no pgoblema "
indica el otro hacia atrás
hacia la maltrecha verja.

Tres capullos en el suelo
atestiguan su pericia
mira los rosales muertos
"Que sea su última picia"

"Mire, espero a mi sirvienta"
- comienza su perorata,
hasta que cae en la cuenta
de que no entiende ni papa.

Por señas y recalcando,
cual indio en el viejo oeste
le fabla Saulo al polaco
intentando que se entere:

Viene aquí (apunta al suelo)
Señora (omito el gesto)
no susto (se estira el pelo)
limpiar (face el barrendero)

"No pgoblemo" - dice el otro
"señoga yo no asustag"
"¿Soy tan feo?" - en su rostro
ve que quiere preguntar.

Exahusto ante tal perorata,
Saulo se sienta en su lar
è por non meter la pata
se decide a esperar.

Al fin llega la doncella
Saulo dice: "non te asustes
si en el jardín a un paleta
te toparas tú de bruces"

"Bueno, vale, mas te pido
que non entre en al salón
que voy a dejarlo limpio
con fregona y escobón"

De pronto, suena la puerta.
(la de acceso al exterior)
è por la ventana abierta
ven que el otro se escapó.

Sale al punto la doncella.
Se precipita al salón.
Lo encuentra lleno de huellas
de cemento con horror.

Mesa sus cabellos loca:
"Ahora lo he de limpiar"
sólo que ahora me toca
tener también que frotar"

"Mire Esther, cómo lo siento,
iré a fablar con él
por que pase en un momento
è non lo faga otra vez."

"Oiga, ¿a dónde va tan pronto?"
- abordando al malandrín -
"Cigaggeta" - dice el otro -
"ahoga volveg al jagdín"

Saulo se encuentra atrapado
entre espada é la pared.
Si le dice que non pase
es capaz de non volver.

"Pero si non se lo digo,
la doncella perderé.
è tal como está el servicio
me voy a hartar de barrer"

Mire ustéd: van a limpiar
el salón en un momento.
Si usted pasa, va a manchar
è non tendrá lucimiento.

Por los gestos de limpiar,
è barrer, el otro entiende,
è le dice: "Yo saltag
pog la valla. ¿Me compgende?

Ya ve Saulo sus rosales
al ras de los caracoles.
"Tendré que elegir alguno:
doncella, piedras o flores"

¡Voto a Zeus! esto es
tocar a uno lo de abajo.
Yo me voy, no vaya a ser
que además pierda el trabajo.

Se marcha en su carruaje
camino de su labor.
Pasa el día sin que pase
nada digno de mención.

Cuando llega a su morada
su señora ya le aguarda
a la ventana asomada
mudada su cara en larga.

"¿Que ha pasado, terminaron
al fin la del Escorial?"
- finge sentirse animado
por no empezarlo ya mal.

"Hace un rato se han marchado
mira cómo esto quedó:
parece bombardeado
cual Irak nueso salón"

"Vamos a ver como ha sido.
¿Miraste si quedó bien?"
"Sabes que desto no entiendo"
"Ruego al cielo.." - empieza él.

"Bueno, no quedó tan mal"
- comienza conciliador
viendo el cesped despuntar
entre cemento y terrón -

"Por el césped son mil euros
los Rosales son cien más.
para quitar el cemento,
varios días sin parar..."

"Mal me veo: " - el pobre piensa -
"hasta el verano no habrá
un sólo día de fiesta
que non tenga que limpiar"

"¿Bueno, te gusta el murete
tal y como nos quedó?"
- ya le sale de falsete
hasta con gallos la voz.

"Sí querido es muy bonito.
Nos tendremos que pensar
si forrarnos con granito
todo el garage además"

Reza una losa de mármol
en la pared del jardín:
"Aquí yace el pobre Saulo.
Descansa en paz, por fin."


Saulo.

Capítulo II - De toneladas de grava


Paso a relatar aquí
los sucesos que he sufrido
en este fin de semana
con pico è pala metido:

El viernes, aún sin comer,
cuando salí de currar,
por el almacén pasé
para el material comprar.

Me dijeron: sin problemas
ahora mismo lo tendrá
en la puerta de su casa:
éste se lo llevará.

Y en efecto, así lo hicieron
llevaron sacos de arena
é otros de grava - mil kilos-
que dejaron en mi puerta.

Non quedóme más remedio;
puse manos a la obra,
pero quitallos de enmedio
llevóme más de dos horas.

¿Mil kilos, setenta sacos?
pues non, fueron milquinientos
los que cargué deslomado,
è muchos más parecieron.

Como un mulo resoplaba
faciendo la montonera,
cruzando toda la casa,
incluidas escaleras.

Dejélos todos, al fin,
en montones colocados
en su sitio en el jardín,
con los brazos reventados.

Aún me burló el destino:
"hay que pasar el cepillo.
La asistenta no ha venido,
mira cómo está el pasillo"

É cuando acabóse el día
todos nos fuimos de juerga:
cumplía años mi amiga
è nos invitó a una cena.

Las cinco de la mañana
eran cuando empiltramos
è tenía de agujetas
hasta encogidas las manos.

É llegó el siguiente día
è tras la compra facer,
prometí por la mi vida
descansar como un bebé.

Mas el destino cruento
volvió a reirse falaz,
en forma de fallo incierto
de toda electricidad.

Desde después de la siesta
llamando a Iberdrola estuve
è a las doce de la noche
al fin la corriente tuve.

A la una de la mañana
me acurruqué entre las mantas.
De San Valentín, pues nada:
la parienta está sobada.

Por fin me meto en la cama
temiendo al siguiente día,
porque a las nueve, diana;
pues venía la familia.

Lo dicho, a las nueve en punto
sonó el mi despertador
è me encuentro con que tengo
por todas partes dolor.

Agujetas en la espalda,
las manos, agarrotadas
las piernas cual secas ramas,
los riñones no bisagran.

La familia llega a tiempo,
puntuales, a su hora,
è tenemos que meternos:
vamos, ¡manos a la obra!

Soy todo agradecimiento
a mi cuñado en el tajo,
pues más que ayudar, se fizo
él sólo todo el trabajo.

É menos mal, pues me vieron
de tal forma deslomado
que por pena me pusieron
de la escalera debajo.

Corta chapa, mete pala,
y en la pared taladra
rellena todo con grava
é con silicona acaba.

Al muro pega la tela
asfáltica para las aguas
é por fin la zanja llena
con la arena è con la grava.

Insisto en que mi cuñado,
al que dios guarde mil años
se curró todo el trabajo
al verme tan derrengado.

Aún con eso, mete tacos,
dóblate por los riñones,
saca tierras, echa sacos
de arena è grava a montones.

Total, que cuando acabamos,
è nos sentamos por fin,
estaba desparramado
más mi menda que el jardín.

Pues nos falta como un palmo
de grava - dijo el cuñado -
cuando puedas traes diez sacos
è yo vengo a colocarlos.

De verdad que ya lloraba,
non sé si de agradecido
por el favor que brindaba
o lágrimas de cocodrilo.

Cuando acabóse la cosa
en aquella noche aciaga
ni miré a la mía esposa,
tantos dolores contaba.

É cuando el lunes pasado
al fin llegué a trabajar,
pensé: ¡por fin he llegado
a mi sitio a descansar!

Saulo.

Post Data: aún me queda
por facer que la pared
quede de piedra forrada.
Por Dios que lo encargaré.

Capítulo I - De zanjón è montonera



Mi querido amigo Tiago:
permitidme que describa
del domingo, día aciago
la peripecia sufrida.

Trátase de un esperpento:
en tal día tenía cita
con la familia al completo
de mi amada mujercita.

Quedamos por ver qué era
aquella mancha fatal
que dejó pared entera
del garage cual Vietnam.

Ya sabéis qué es lo que pasa
cuando tienes un chalé:
vives como en una casa,
curras como en un hotel.

Ya dijo Dios en su día:
respetadme los domingos
è qué gran razón tenía.
Eso te lo juro, amigo.

Total, que todos venían
a comer y hasta a currar.
pues mi cuñado arquitecto
nos venía a asesorar.

Dijo: "esto se ha de hacer
de aquesta manera é forma:
Cavando un poco se ve
en qué estado está la cosa."

Se trata de hacer 'la cala'
que de nombre más recuerda
al jamón que se regala
que al ahorcado con su cuerda.

Pronto se vio que, al final,
aquello era lo segundo
pues terminé de cavar
cual topo en el inframundo.

Pues dijo aquí el interfecto
- siempre con buena intención -
que se ofrecía al momento
a terminar la función.

Se trata de que está mal
el aislante rematado
cavamos un poco más,
é se queda terminado.

Luego, con poner un trozo
de un aluminio lacado
dejamos este destrozo
cual si no hubiera pasado.

Bueno, repuse yo ufano:
¿non podemos contratarlo
aunque sea a unos rumanos
que nos lo fagan barato?

"Non, por Dios, qué tontería
esto se hace en un momento",
dijo en bloque la familia.
Dije para mí: "estás muerto".

Zanja de un codo de ancho
é dos codos de profundo,
de cinco pasos de largo,
non creáis que me confundo.

Sudaba yo cual Torrente
a puertas de un lupanar,
y además, con el relente,
sudando como un gañán.

Mi cuñado que en las obras
se encuentra como en su casa
me decía:¡no me jodas,
pero si esto no es nada!

Mas después de horas, cinco
de azada, maceta é pala
é de darle con el pico
terminóse al fin la zanja.

Al ver que aquello acababa,
marcheme a por las paellas
é a la vuelta me esperaba
de las noticia, la estrella:

"Pues parece que nos falta
un buen trozo del aislante.
Cavaremos más profundo
e le echaremos el guante."

¿Más profundo? demudóse
mi rostro cual cera pura,
viéndome otra vez metido
en barro hasta la cintura.

"Poca cosa, sólo un trozo
lo suficiente por ver
en que parte se ha quedado
é qué podemos facer."

Ya las carnes me temblaban
comenzando la comida.
Aquello no se acababa
é hasta el alma me dolía.

"¿Contratarlo?¿Tú estás tonto?
¿en teniendo aquí a mi hermano
ingeniero y arquitecto
y a todo esto acostumbrado?"

Pues nada, déle usté al pico
debajo de la escalera
hasta que por fin llegamos
a encontrar la tela aquella.

"Que cómo facen las casas.
Todo de cualquier manera.
Por ahorrarse unas migajas
te contratan a cualquiera."

"Es adrede. No es mentira,
que no importa que se caiga
si la garantía expira
antes de que aquello salga"

Todo esto comentaban
indignadas las señoras
el abuelo é mi cuñado.
Mas yo, contaba las horas.

Total, que al final ya vimos
cuando la luna salía
que, tras currar como primos
hay que acabar otro día.

Se decide que compremos
la manta asfáltica aislante
é finalizar podremos
el fin de semana entrante.

O sea, que para aquello
de facer 'pequeña cala'
por mi parte casi muero
é me queda otra jornada.

Habéis de ver mi jardín,
después de tan limpia obra.
Parece que en el, por fin,
hubiera caído una bomba.

Hay de tierras montoneras
cual si hubiera enterradores
Taladas enredaderas,
hojas, ramas é tocones.

É la zanja, qué deciros,
¡si asemeja una trinchera
la parte donde estuvimos
debajo de la escalera!

Temiendo yo a la agujeta
en vez de cenar, tomé
- cuando acabóse la gesta -
todo el tarro de la miel.

Qué noche, la de dolores,
al analgésico dado,
cual boracho a su botella,
a la aspirina enganchado.

É que manos, mi Don Tiago,
habríais de ver qué aspecto:
tecleo con los muñones,
pues los dedos no los siento.

Mas aquí no acaba el cuento
compraré telas é grava,
é me espera otro tormento
aqueste fin de semana.

É de elegir o divorcio
o morir en el intento
é non sabré que negocio
optaré en ese momento.

Me despido pues, amigo
hecho unos zorros del cuerpo
casi sin haber dormido
é resignado a facerlo.

Por último he de deciros
que si echasteis unas risas
donéis algo al montepío
de muertos por contratistas.

Relato de las mis obras - Prólogo

Comienzo aquí a publicar la crónica de las obras del jardín, que me llevaron no pocas penas y sufrimientos durante la primavera del 2004.
En aquel momento escribí aquestas coplillas de Saulo que publico en éstas páginas.
Espero que os gusten.

Saulo