Paso a relatar aquí
los sucesos que he sufrido
en este fin de semana
con pico è pala metido:
El viernes, aún sin comer,
cuando salí de currar,
por el almacén pasé
para el material comprar.
Me dijeron: sin problemas
ahora mismo lo tendrá
en la puerta de su casa:
éste se lo llevará.
Y en efecto, así lo hicieron
llevaron sacos de arena
é otros de grava - mil kilos-
que dejaron en mi puerta.
Non quedóme más remedio;
puse manos a la obra,
pero quitallos de enmedio
llevóme más de dos horas.
¿Mil kilos, setenta sacos?
pues non, fueron milquinientos
los que cargué deslomado,
è muchos más parecieron.
Como un mulo resoplaba
faciendo la montonera,
cruzando toda la casa,
incluidas escaleras.
Dejélos todos, al fin,
en montones colocados
en su sitio en el jardín,
con los brazos reventados.
Aún me burló el destino:
"hay que pasar el cepillo.
La asistenta no ha venido,
mira cómo está el pasillo"
É cuando acabóse el día
todos nos fuimos de juerga:
cumplía años mi amiga
è nos invitó a una cena.
Las cinco de la mañana
eran cuando empiltramos
è tenía de agujetas
hasta encogidas las manos.
É llegó el siguiente día
è tras la compra facer,
prometí por la mi vida
descansar como un bebé.
Mas el destino cruento
volvió a reirse falaz,
en forma de fallo incierto
de toda electricidad.
Desde después de la siesta
llamando a Iberdrola estuve
è a las doce de la noche
al fin la corriente tuve.
A la una de la mañana
me acurruqué entre las mantas.
De San Valentín, pues nada:
la parienta está sobada.
Por fin me meto en la cama
temiendo al siguiente día,
porque a las nueve, diana;
pues venía la familia.
Lo dicho, a las nueve en punto
sonó el mi despertador
è me encuentro con que tengo
por todas partes dolor.
Agujetas en la espalda,
las manos, agarrotadas
las piernas cual secas ramas,
los riñones no bisagran.
La familia llega a tiempo,
puntuales, a su hora,
è tenemos que meternos:
vamos, ¡manos a la obra!
Soy todo agradecimiento
a mi cuñado en el tajo,
pues más que ayudar, se fizo
él sólo todo el trabajo.
É menos mal, pues me vieron
de tal forma deslomado
que por pena me pusieron
de la escalera debajo.
Corta chapa, mete pala,
y en la pared taladra
rellena todo con grava
é con silicona acaba.
Al muro pega la tela
asfáltica para las aguas
é por fin la zanja llena
con la arena è con la grava.
Insisto en que mi cuñado,
al que dios guarde mil años
se curró todo el trabajo
al verme tan derrengado.
Aún con eso, mete tacos,
dóblate por los riñones,
saca tierras, echa sacos
de arena è grava a montones.
Total, que cuando acabamos,
è nos sentamos por fin,
estaba desparramado
más mi menda que el jardín.
Pues nos falta como un palmo
de grava - dijo el cuñado -
cuando puedas traes diez sacos
è yo vengo a colocarlos.
De verdad que ya lloraba,
non sé si de agradecido
por el favor que brindaba
o lágrimas de cocodrilo.
Cuando acabóse la cosa
en aquella noche aciaga
ni miré a la mía esposa,
tantos dolores contaba.
É cuando el lunes pasado
al fin llegué a trabajar,
pensé: ¡por fin he llegado
a mi sitio a descansar!
Saulo.
Post Data: aún me queda
por facer que la pared
quede de piedra forrada.
Por Dios que lo encargaré.
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