viernes, 26 de agosto de 2005

De la pedida de mano

A Luis y a Rosi

Al principio, fue la Tierra,
al poco, los dinosaurios
è pasadas unas Eras
apareció ése tal Saulo.

Pasado un tiempo, Don Saulo
fue a echarse novia formal.
Hubo de pasar un año
antes de ir a su lar.

De su novia, la familia,
de lejos le conocían.
Por teléfono decía:
"Soy Don Saulo, buenos días"

Mas el tiempo iba pasando,
hasta que llegó ese día
en que no pudo evitarlo,
è presentarse debía.

Era Don Saulo, gallardo;
mas de aquella valentía
no iba el hombre muy sobrado
en aquel temido día.

Total, que bien trajeado
presentóse ante la puerta
de aquella casa, è temblando
tocó la aldaba con fuerza.

Con gran amabilidad
fue por su novia invitado
al su dintel franquear
(debió quedarse clavado).

Con balbuceos responde
al saludo que le ofrecen,
y entre perniles temblores
pasa al salón lentamente.

Allí, le espera, por fin,
el cabeza de familia
que, trajeado è gentil,
le recibe entre sonrisas.

Fue el prócer cordial è atento,
en su trato no hubo falla,
se fizo cargo al momento.
(cavilaba: "Se desmaya...")

Comprensivo, fue a ofrecerle
que se tomase una copa,
pues al verle tan valiente
pensó: "este mancha la alfombra"

El tal Saulo, aturullado,
aceptó entre balbuceos
tomando el vaso dorado
que le alargaba su suegro.

La americana abrochada.
Ahorcado por la corbata,
la su camisa empapada,
los zapatos le apretaban...

Suda cual estibador,
de puerto. Da un lingotazo
a aquél dorado licor,
è al suegro ofrece un cigarro.

El otro declina amable,
mas le ofrece un cenicero.
El cigarro enciende: sabe
que habrá de romper el hielo.

En esto pensando está,
cuando su futuro suegro
indicándole el sofá
le dice: "espera, que vuelvo."

Con la copa en una mano
y el cigarrillo en la otra,
se deja caer Don Saulo,
rebotando cual pelota.

En ese preciso instante
un sospechoso sonido
le indica que se levante,
mas llega tarde el aviso:

el sofá cede a su peso,
algo en su interior se raja
è la trampa, sin remedio,
al desdichado se traga.

Asombrado mira el suegro,
el hombre aguanta la risa,
è sale de allí corriendo
directo hacia las cocinas.

Allí se queda atrapado,
Saulo, o tan sólo su cuerpo,
porque su alma ha bajado
hasta el mismísimo infierno.

Los sus pies è las canillas
cuelgan cual de marioneta.
Doblado por las rodillas,
impotente patalea.

Las dos manos ocupadas
que le impiden impulsarse
mi Don Saulo sube è baja,
intentando levantarse.

Hasta la su americana
decidió confabularse
con los hados, e apretada
no le deja ni girarse.

No obstante, por el rabillo
del ojo ve que la puerta
se abre, ante su sonrojo,
è allí aparece su suegra.

Vuelve la buena mujer,
por caridad impulsada
a cerrar con buena fe,
mas se oyó la carcajada.

A partir dèse momento,
cada dos por tres se abría
la puerta è otro elemento
de la tribu aparecía,

mas se cerraba de nuevo,
pues los pobres non podían
auxiliar al interfecto,
è la risa les vencía.

Uno a uno, poco a poco,
pasaron hasta vecinos.
Fue tan grande su sonrojo,
que llegó al color corinto.

Si ayuda pedir quería,
su voz salía en un hilo:
la corbata le oprimía,
atrapada en algún sitio.

Al final vino a salvarle
su novia que, por los suelos
cansada de revolcarse,
por fin entró a socorrello.

Cuando vióse libre al fin,
pensó: "Con ésta me caso,
pues non pienso repetir
este lance ni esposado"

El resto de la jornada,
borróse de sus recuerdos
pues la memoria, agotada,
debió pedir el relevo.

Tras diez años de noviazgo,
lleva otros diez de casado
è por cada aniversario
le recuerdan aquel trago.

Moraleja: si han pensado
facer petición de mano,
vigilen el mobiliario
non intente devorarlos.

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