viernes, 19 de agosto de 2005

Don Saulo y el dragón

Dedicatoria: A mi esposa
y a mi hija lo dedico.
Pues sin su ayuda esta obra
jamás hubiera existido.



Estaba Saulo currando,
apurando su faena,
cuando fue a sobresaltarlo
la llamada de su dueña.

Gritos horribles se escuchan
en el su auricular,
y aunque nada desembuchan
sabe que son en su lar.

Tan sólo oye aterrado
el gemir de la su hijita,
que con dos años contados
su garganta desgañita.

"¿Qué sucede?" - angustiado
interpela al aparato -
"¡Decidme qué está pasando!
¿A qué viene tanto llanto?"

Al otro lado del hilo,
escucha a la su mujer,
gritar: "¡Corre, Saulo mío,
o a las dos nos perderéis!"

Espantado, deja todo.
Vuela por las escaleras.
Como loco arranca el coche,
gira la esquina en dos ruedas.

Engancha sin miramientos
la conocida emetreinta:
el límite pasa por cientos;
la multa será de estrella.

Cual chumaquer encelado
las curvas traza por fuera,
por los carriles saltando
todo el tráfico sortea.

Diez minutos - y son muchos -
se demora en arribar.
Aparca - se deja las ruedas -
en la puerta de su lar.

De un salto, sube escalera.
La llave mete en el aire
è como una tromba entra
exhorcizando el desastre.





Encuentra a las sus dueñas,
que son su filla è mujer,
alzadas de las cocinas
en la mesa de comer.

Gritan tan desaforadas
que no han visto su llegada,
è dirigen aterradas
su mirada a la ventana.

Cual un caballero andante,
a molinos enfrentado,
con zancada de gigante
nueso Saulo va gallardo.

Y encuentra - non dire una,
ni dos, más bien diré tres -
lagartijas con hambruna
de triste è blancuzca piel.

Mira asombrado la jarra
que en pulido fregadero
da cobijo a la camada
de reptiles medio muertos.

La más grande, medio palmo.
La más pequeña, un dedal.
No sale de su asombro Saulo:
los dragones,¿dónde están?

Incrédulo mira a los lados
y encuentra de su mujer
los ojos desorbitados
que le indican: "¡èso es!"

Mas non sale de su asombro.
Ahora sí paralizado,
pregunta sobre su hombro:
"¿cuál es el desaguisado?"

"¿Pues non los ves?" - le responden
desde la mesa en el acto -
"¡Cien monstruos han escapado
desde la jarra de barro!"

"¿Monstruos? - vuelve la cabeza -
"Sólo veo lagartijas,
unos pocos medio muertas
è las otras, bien canijas"

"Pues eso, que se han escapado
de la jarra del jardín,
que habíamos olvidado
è quise fregar por fin."

"¡Voto a todo!" - aún no sale
de su asombro el interfecto -
"¿Non existe otro percance?
¿Me habéis llamado por...ESTO?"

"¡Pero si son lagartijas!"
- dice al borde de su aguante.
La madre abraza a su hija:
"¡Son lagartijas mutantes!"

"¿Mutantes?¡Unas narices!"
Mas le replica su esposa:
"¡Son mutantes como dices.
Sus dedos tienen ventosas!"

"Pero... mi buena mujer,
cómo piensas que se suben
las pobres por la pared...
¿no será que has visto 'UVE'?"

(Coje a los animalillos
que resbalan sin consuelo
escurriendo sus dedillos
por el liso fregadero)

"Voy a dejar a estas pobres
en la tapia del jardín,
que como comen insectos
se darán un buen festín"

"!Ni se te ocurra dejar
esos monstruos en el nuestro!
¡Si non los quieres matar,
tíralos, mas fázlo lejos!"

"Pero, cariño" - le advierte -
"si en el nueso jardín
a sus anchas campan siempre
del uno al otro confín...

¿Acaso tu no decías
que eran buenas para el césped,
que los insectos comían
que protegían los parterres?"

"Sí, ¡pero estas son mutantes!"
- la voz le sale un graznido -
"¡ya te lo he dicho antes:
tienen el color perdido!"

Perdido el color si llevan,
mas no acierta a discernir
si es del susto que blanquean
o es de no poder salir.


San Jorge, el dragon y la doncella-David Manzur-1999


"En fin, que vamos a hacerle!"
- las mete Saulo en un tarro -
"me las llevaré al parterre
que tiene el vecino al lado"

"¡Ni se te ocurra tan cerca!
Son capaces de volver
y atacarnos por sorpresa.
¡Tíralas lejos, pardiez!"

Vuelve Saulo a sus tareas
a retomar su faena,
donde fue a sobresaltarlo
la llamada de su dueña.

Fueron diez mil de las ruedas.
Del llantazo, quinze mil.
Tuvo que hacer horas extras,
è se quedó sin dormir.

La multa por el su exceso
de velocidad fue tal
que pensó: "non salí ileso.
Me hirió el ser infernal."

Otra colonia en dos días
acampó en el su jardín,
de pequeñas lagartijas
que se quedaron por fin.

Eso sí, no eran mutantes,
eran como las demás.
Con ventosas e cambiantes
de color epiteliar.

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