miércoles, 24 de agosto de 2005

Capítulo IV - Armado de pico è manta


Aún me queda, ¡voto a tal!
deste tajo interminable
tornar en jardín tal solar
é construir el estanque.

Si me encargo yo, la palmo,
visto lo que aconteció
con la zanja que hice en marzo,
y aún mi cuñado ayudó.

Mas si contrato: ¿qué pasa?
¿no vendrá a forrarse más
a expensas de la mi casa
la bolsa de Movistar?

Al fin tomo mi carruaje
è lánzome sin consuelo
a preguntar sin ambages
en tres o cuatro viveros.

Todos dicen: "nos pasamos
por su casa è ya veremos
lo que allí nos encontramos
è le hacemos presupuesto."

Pasan las horas en balde;
sólo aparece un anciano
con cachaba, aire amable
è boina de hortelano.

Entra en el jardín è dice:
"¿que es lo que quieren facer?"
Por cada cosa que dije
más pegas vino a poner:

Que si el césped, mejor tepis;
que si el estanque, non sé.
Que las piedras no coloca;
que si el árbol está bien.

Cuando marcha nos miramos
mi señora y el que escribe,
y coincidiendo entre ambos
nos decimos: "imposible"

Facemos un inventario
de las cosas por facer,
è nos sale que hay trabajo
para currar más de un mes:

Hay que quitar los montones
de tierra de la pared.
È de la parte sin césped
poner la piedra otra vez.

Falta facer el estanque,
el seto, dejar fetén.
Replantar fermosas flores,
replantar el césped bien.

Y dejamos aún con eso
la poda de la catalpa
quitar el viejo cerezo,
podar al de las manzanas.

Santo cielo, ¡ya me espera
otra tunda de palmar!
ahora que se recupera
èsa mi zona lumbar.

"Cariño, non te preocupes"
- le digo a la mi mujer -
"no hay mal que cien años dure"
(non creo que aguante diez)

El sábado, llegado el alba,
de pico è pala cargado
voy al jardín de mi alma
a segur con lo iniciado.

Aquí comiençan mis penas:
me acerco al rincón del fin
(de lo poquito que queda
incólume en el mi jardín)

Veo al mi rosal despistado:
cojo azada, e meto tajo.
De paletón pertrechado
saco el rosal desde abajo.

Ni se queja el pobrecito;
con sus vergüenzas al sol
déjole en agua un ratito
mientras fago un boquetón.

Agujero grande e libre
- como la España anterior -
al lado del de su estirpe
fago con el mi azadón.

Replanto pronto al ahogado
que cual pez fuera del agua
por minutos se ha mustiado,
aunque tiene cuatro ramas.

Ahora, me falta ese otro
rosal de pitiminí
pienso: "vaya nombre tonto
pusieron tan baladí"

No me imagino a Darío,
ni a Ciro ni aún a Artajerjes
dando aqueste apelativo
a una planta ni a un esqueje.

¿Pues non dicen que son persas
los rosales? ¿o son chinos?
Mas, ¿non eran holandesas
las rosas por estos sitios?

Bueno, entretanto darle
al cacumen he cavado
debajo de la raigambre
y queda desarraigado.

Me siento cual asesino
mas non queda más remedio
o trasplanto el rosal chino
o me lo quito de enmedio.

Le busco sitio en el seto,
meto pala, mas ¡que horror!
tres bulbos quito de enmedio
al meter el paletón.

¡Ay, mis bellas florecillas,
que empezaban a salir!
¡sus corolas amarillas
acusan su triste fin!

A lo fecho, pecho, Saulo.
Me afano en el mi trajín
o me doy prisa en el tajo
o muere el pitiminí.

Al fín queda medio lelo
sus tallitos cual manojo
de espárraguitos trigueros
tirados por los rastrojos.

Ahora, limpiar maleza
es la próxima labor,
è me tiro de cabeza
armado del azadón.

Corta, arranca, desentierra,
desbroza con la azadilla;
sin pudor mete tijeras
en el suelo de rodillas.

Las manos se despellejan,
el pelo, caído en los ojos;
las gafas llenas de tierra,
las rodillas por rastrojos.

Terminado aqueste punto.
Agora viene lo bueno,
que es arrancar a lo bruto
el pitaco del extremo.

¡Cómo pincha el desgraciado!
¡Non te resistas, que mueres
lo mismo si me has dejado
espinado hasta los dientes!

Con otro certero golpe
le arranco hasta el cepellón
è lo tiro, aunque soy torpe
lanzando con azadón.

Toca pincharse aún con guantes:
atrapallo con la pala
un malabar de feriantes
semeja è non cojo nada.

Sólo falta quitar piedras.
Sería fácil - digo yo -
si los brazos resistieran
a tan cansada labor.

Apilada la rocalla
en montones sobre el césped,
el desierto del Sahára
comienza a parecer èste.

Ya non queda más remedio,
ya non cabe excusa alguna
he de quitarme de enmedio
la primera de las dunas.

Mas non tengo carretilla,
¿cómo mover - digo yo -
los quintales de arenilla
è facer nuevo montón?

A pala non puede ser,
o daré tantos viajes
que al baúl de la Piquer
ganaré en kilometraje...

¿Y si la llevo con cubos?
Cubo - digo - en singular.
Que como sólo hay uno
y de plástico, se rajará.

Al final - bombilla blanca -
se me ocurre una idea:
tengo una manta guardada
vieja, dura è muy fea.

Lo haré como en las mudanzas
se trata de echar la tierra
en el centro de la manta
è luego tirar de ella.

Cierto es que arrastrará
por encima del maltrecho
césped todo el arenal,
pero polvo ya está hecho.

Con un quintal de paladas
de entrada cargo la manta
dejo esquinas anudadas,
è tiro, mas nada arrastra.

Miento, mis pies sí patinan
por la arena è casi caigo
è pego, a ver si adivinan
con qué parte en todo el barro.

Salvada la compostura
pienso me pasé de largo,
è quito de arena dura
la mitad de lo cargado.

Ahora, ahora sí puedo,
digo mientras del esfuerzo
se me escapaba un "credo
en dios" o sea, un cuesco.

Vamos, que casi defeco
del esfuerzo de tirar.
È me digo: asín non puedo.
menos tendré que cargar.

Me llego hasta la otra esquina
doy la vuelta en un gracioso
trompo de manoletina
è toda la arena arrojo.

Ánimo, ya sólo quedan
diez mil viajes que hacer.
Y antes de las carreras
de mañana acabaré.

Cargo otra con la pala
a fe mía, más prudente
arrastro otra vez la manta,
la vuelco más fácilmente.

Embriagado de alegría
cargo otra manta al momento,
cual Schwarzenegger, diría,
más sudando cual jumento.

Cargo la arena con brío,
con ganas rompo terrón;
cargo mantas con trapío,
con pala è con azadón.

Voy faciendo montonera
en la esquina del jardín
que hasta mi cintura llega,
mas sigo sin ver el fin.

Así, por media jornada
sangre è lamentos sudando
transporto la tonelada
è la voy amontonando.

De vez en cuando mi hija
apiádase de mi ser
è me acerca la botija
con líquidos è con miel.

E yo le digo: hija mía,
acuérdate de tu padre
ya que mañana podrías
encontrarte con que es tarde.

Pues non sé a aqueste paso
si mañana aquí estaré
que deste viaje la palmo,
cual liebre bajo lebrel.

Continúo con ahínco
por la labor acabar,
è termino hacia las cinco,
è me despongo a zampar.

"¿Cómo va todo?" - pregunta
mi señora en la cocina,
mas por mi cara barrunta
è la respuesta adivina.

"Tranquila, que dèsta acabo
con la arena del jardín.
Lo que no queda tan claro
es si acabarás sin mí"

El lunes preveo un día
de agujetas è dolores.
Toma azúcar è recuerda
cómo fue el de los zanjones.

El tan sólo recordallo
los pelos pone de punta:
una semana pasaron
mis músculos en aguja.

"Pienso pasar todo el día
de mañana en el sofá
rascándome la barriga
è intentando descansar.

Y me veo, mientras reposo
las carreras del domingo,
pues quiero ver al Alonso
a ver si suda lo mismo."

Corta se me hizo la siesta
cuando volviendo al trajín,
empiezo a colocar piedras
otra vez en el jardín.

Vuélvete a la esquina: allana
el montón hasta igualarlo.
Ayudado con la pala,
me dispongo a aterrazarlo.

Cual un enfante en la playa
fago escalones de tierra,
armado de azada è pala,
è doblado de las piernas.

Cuando el sol ya me abandona
caigo exahusto al sofá
pensando: desta poltrona
en vida non salgo ya.

Prácticamente me acuesto
a rastras è sin cenar
pues la cuchara non puedo
tan siquiera levantar.

Ay de mí, temo el mañana
cual un reo encadenado
que tiene con la diana
patíbulo asegurado.

Non duermo: los ojos cierro
è caigo descoyuntado.
Lo siguiente que recuerdo
es que el día ha despuntado.

Ya es de día. Me incorporo,
o mejor dicho, lo intento,
pues son mis piernas de plomo
è los brazos están muertos.

Domingo fue de dolores,
pero el lunes mucho más,
pues además los señores
tenemos que ir a currar.

Terrible fue el cachondeo
de la gente con la cosa
de andar más espatarrado
que muñeca de famosa.

Que si pareces preñado,
que si andas cual bebé,
que parece que te han dado
por do el nombre non diré.

Comienzan - tres días después
de suplicio impresionante -
las agujas a ceder,
mas el tormento es constante.

Una fibrilar rotura,
concluyen los entendidos.
Tranquilo, que eso se cura
tras unos días de suplicio.

Paso tres o cuatro días
caminando cual pinocho,
con las piernas de madera
è las rodillas de corcho.

Albricias, al fin es viernes,
è observo circunspecto
la metereología en ciernes
(o sea, al hombre del tiempo)

Con lágrimas en los ojos,
de puro agradecimiento,
observo: lloverá todo
el fin de semana entero.

O sea, que en lo tocante
a las obras, de momento,
faceré punto è aparte,
pues non acompaña el tiempo.

Saulo.
(amenazando con continuar)

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