miércoles, 24 de agosto de 2005

Capítulo III - De la mea contrata


A cantar tamaña gesta
me dispongo con premura
por ser defícil apuesta
ganar en lucha tan dura.

Aquesta batalla èpica
intentarè sea cantada
en octosílaba mètrica
è por todos recordada.

Todo empezó de puntillas
cual quien no quiere la cosa:
"Començemos esa obrilla"
- encargóme Doña Rosa -

"Habrá que forrar el muro
de acceso a nueso jardín
pongamos piedra de musgo,
busquemos buen albañil."

"Fablad con nueso vecino,
aquél que de obras entiende,
è contrata con buen tino,
aquél que te recomiende"

Pues allí marchó el buen Saulo,
- iluso cual colegial -
a interpelar al manitas
que habita el chalé de atrás.

"Sí, sin duda, todo es fácil"
- le dice sacando pecho.
Fue la repuesta tan grácil
que Saulo pensó: "está hecho"

"Observa los mis arreglos
bellos è bien acabados.
Me los fizo la cuadrilla
que está en el chalé de al lado"

"¿Al lado dices?" - se admira
Saulo viendo el cielo abierto -
"Pues vayamos con las mismas
a ver a tal arquitecto."

Toma Saulo sus medidas,
calcula metros cuadrados
plano en ristre se encamina
a conocer al loado.

Ya parecióle algo raro
cuando pregunta por Mario
è responden en polaco
"¿Maguio? stag okupado".

"Móvl. Este" - dice un tipo
con la paleta en la mano
è pañoleta con picos
cubríendole el su terrado.

È le alarga una tarjeta,
le enchufa su aliento a güisqui,
con un nombre de cien letras
del tipo "Mario Grozinski".

A Saulo le huele mal
la cosa, incluso piensa
si el vecino no tendrá
comisión en tal empresa.

Pero bueno, llama al móvil
que en la tarjeta figura,
è pregunta al poco: "¿Mario?"
aún inmerso en la duda.

Poco dura el desconcierto,
bien pronto queda aclarado.
Inconfundible el acento
del tal Mario: no es polaco.

Rumano de la mesma Hungría,
junto a Austria: Budapest.
El pasaporte decía:
"no se sabe de dó es."

"Bueno, pues nada, racista
a mí no me han de llamar.
Que esta gente viene lista
a currar y a trabajar..."

È le cuenta el su proyecto
al endeveduo entre señas
de forma que el arquitecto
entienda bien sus ideas.

"De qué valdrá" - se pregunta -
"facer señas, si es un móvil"
Face aspavientos que asustan,
viéronse desde Chernóbil.

"Sí" - responde el interfecto
a cada frase de Saulo -
"Sí, que sí, claro, cogecto"
egual que un disco rayado.

Cuando llega hasta el final
de relatar la su idea,
dice el otro sin dudar:
"Es poca cosa, no tema"

"¿Poca cosa? Diga cuánto
le tendremos que pagar,
è cuando estará despuesto
para la obra abordar."

"Pues cosa de ciento è pico"
- responde el interpelado -
"Paga semana que viene,
en un día está acabado."

"Caramba" - se maravilla
Saulo al ver que será pronto -
"¿Ciento è pico? Cierre el precio,
o ¿Me toma usted por tonto?"

"Entge cien y cientoveinte"
- dice Mario sin dudar -
"Podgemos haceglo el jueves".
- afirma para acabar.

"Bueno, en tal caso, de acuerdo.
Para el jueves ya quedamos,
è hasta cientoveinte euros
al terminar le pagamos."

Vuelve Saulo tan ufano
a ver a la su señora:
"Cariño, ya está arreglado.
Sólo me costó una hora".

Cual héroe troyano mira
Doña Rosa a su consorte.
Hasta le afirma que admira
la gallardía de su porte.

Saulo, henchido de orgullo
se siente tal cual Heracles
tras vencer las doce pruebas
è regresar de los Hades.

Èluso, no sospechaba
que con estos del cemento
donde dije digo, Diego;
è non vale juramento.

Llegó el jueves mentado,
Saulo espera elusionado
a llamar a su Señora
para ver si han terminado.

"¿Que si acabaron, preguntas?"
- repregunta la mentada -
"Su velocidad asusta
non he llegado a ver nada..."

"Pues,¿qué pasa? ¿non terminan?"
- inquiere tomando aire.
"Ni terminan ni comienzan.
Aquí no ha venido nadie".

Mira al cielo el pobre Saulo
è observa que mucho llueve:
"Llueve a cántaros, por tanto,
facer obras non se puede"

Llueve el viernes, sigue todo
el fin de semana así.
Para cuando llega el martes
para de llover al fin.

Llama Saulo al arquitecto,
que contesta: "¿Digamè?"
"Hola, soy Saulo. ¿Recuerdas?
Desde el jueves te esperé"

"¿Saulo?¿Qué Saulo me dice?
¿quién es usted? no saber"
- Los pelos tal cual escarpias
se pusieron en su piel -

"Saulo. Quedamos el jueves,
para una obra facer.
Pensé: non viene pues llueve,
¿Cuándo va a venir usted?"

"¡Ah," - dice haciendo memoria -
"es aquel con quien quedé
paga faceg poca cosa
en su casa!. Ya lo sé"

"Pues migue, estoy en Hetafe
es tan lejos, migue usté,
que paga haceg un tgabajo
tan pequenno no podgé."

"¡Voto a Brios! ¡He quedado,
tengo palabra de usted!
¡Si ahora me deja colgado
se arrepentirá, pardiez!"

"Non pgueocupagse que vamos,
semana del dia dies,
paga haceg otgo tgabajo,
y ya hacemos su paged.

El mateguial espegamos
paga ese oto chalé.
La buhagdilla acabamos
e mando alguien a usté"

"¿El material? ¿Para cuando
eso puede suceder?"
"Mateguial llegag el jueves,
a las nueve le vegué."

Llama de nuevo a su casa
Saulo è dice a su mujer:
"De este jueves no pasa,
que nos hagan la pared."

Los días pasa expectante.
El jueves es soleado.
Saulo piensa "mosqueante,
que éste no haya llamado"

Vuelve a tirar de aparato
pensando: "Me va acostar
un ciento. Mejor contrato
acciones de Movistar"

"¿Mario? Soy Saulo de nuevo.
Te estoy esperando aquí.
¿A que hora más o menos
tenéis pensado venir?"

"¿Saulorrggg?¡No se oye nada!
No teneg el mateguial.
No ig en esta semana.
¡Paga el sábado llamag!"

"Malandrín, llevo esperando
desde face quince días,
è faltando al mi trabajo
cuando decías que venías.

¡Llámame en cuanto tengas
el dichoso material.
É avísame cuando vengas.
No te olvides de llamar!"

"El lunes, lunes, segugo.
Y antes a usted llamag.
Es poco, usted no pgeocupo,
espegag el mategial."

"Vale, espero tu llamada
y no me falles ya más
que no quiero otra jornada
de absentismo laboral"

Y así quedaron las cosas,
Saulo creyó: "bien atadas"
è esperó por si las moscas
hasta aquel fin de semana.

Llega el sábado, non llama
el arquitecto al cliente,
y aunque espera la llamada
non quiere ser impaciente.

Al fin llama por la tarde:
"Non responde al aparato.
Me veo otra vez en balde
esperando a este pazguato"

El lunes por la mañana
Saulo marcha a trabajar,
è a mitad de la jornada
el móvil viene a sonar.

"Saulo, soy Maguio y estamos
llamando a la puegta y nadie
nos abge. ¿Qué esta pasando?
¿Pogqué usté no nos abge?"

"¡Voto a todo!" - exclama Saulo
por los demonios tomado.
"¿Non le dije que llamara?
¡Ahora estoy trabajando!"

"Pues si no habeg nadie, nada.
¿Que haceg con las piedgas éstas?
Paga toda la mañana
dejaglas en la su puegta."

"¡Déjelas donde usted quiera!
¡métaselas do le quepan!
¡Y a las tres de aquesta tarde
quiero verlo aquí en mi puerta!"

"Bueno, a las tges entonces,
pog su casa nos pasamos."
"¡Que no me falle este hombre!"
- pensó Saulo cabreado.

A las dos - una hora antes -
le llama su Doña Rosa:
"¡Saulo, no entro en el garage
porque está lleno de losas!"

"Non te preocupes mi dueña
que Mario viene esta tarde
è por eso están las piedras
en la rampa del garaje."

"Bueno, pero son muy feas,
claruchas, color canela.
¿Non me dijiste que negras
habías pedido las piedras?"

"Bueno, negras totalmente
a fe que non las pedí.
Fue 'de musgo' solamente
las instrucciones que dí,

pero si a usted, mi señora,
non le placen las cambiamos.
Eso sí, no sé en que hora
volverán los desalmados"

"No digo que sean feas.
Sólo que non son oscuras.
Tenía hecha una idea,
y parecen poco duras."

"Pero ¿non son de granito?
¿acaso calizas son?
A ver si me ha metido
gato por liebre el bribón..."

"Bueno, ¿vienes o que faces?"
- pregunta al fin la su esposa.
"Mi dueña, estoy trabajando...
Non falto por cualquier cosa..."

"Pues yo sóla non decido
si las hay que devolver.
Venga al punto, señor mío,
y retórnese después."

Acelera su tarea,
decide, delega, encarga,
toma las de Villadiego
è sigiloso se larga.

Llégase hasta sus lares
descompuesto de correr.
Observa los minerales
e muy raros non los ve.

"Ya que estoy aquí" - medita -
"al tal Mario voy a ver
por saber la hora bendita
en que las van a poner."

Con gran zancada se acerca
hasta aquel chalè de al lado
é allí encuentra al paleta,
aquél de acento polaco.

"¿Maguio?. No. Él comeg"
- afirma como si tal cosa.
È Saulo torna otra vez
a su casa con su esposa.

"Vea mi señora que yo
non veo feas las piedras.
E si decimos que non
más larga será la espera.

He visto que otros vecinos
las tienen deste color
è parecen bien bonitos
sus cocheras, digo yo."

"Pues bien, si te gustan, vale"
- afirma la su consorte -
"Luego non digas que tales
piedras quedan cual pegote".

È tomando ipso facto
Saulo las de Villadiego,
corriendo vuelve al trabajo
pensando: "Desta me muero".

Toma de nuevo las riendas.
Revisa mil è un errores,
considera cien propuestas,
realiza mil correciones.

Non recibe hasta su marcha
comunicación alguna
è por fin vuelve a su casa
cuando la noche despunta.

"¿Ya vinieron los obreros?
¿Terminaron las tareas?
¿Te pidieron los dineros?
¿Están fermosas las piedras?"

"Sí, vinieron." - dice ella -
"A las cinco y diez llegaron.
Metieron todas las piedras
y antes de y cuarto marcharon."

"Pero, ¿cómo?¿no están puestas?
¿no fablaron de volver?"
"Mira: no hay quien les entienda.

En que llamaran quedé."
Saulo muda el su color,
negro está más que las rocas
ya se teme lo peor:
las demoras non son pocas.

Coje de nuevo aparato.
Frenético marca ya.
"¿Maguio?" - dice al aparato -
(No sabe ni pronunciar)

"Si, digamé. ¿Quién llamag?"
- le responde el interfecto.
"Saulo soy, so perillán."
- responde torciendo el gesto.

"Las piedras las han dejado
en medio del mi jardín.
¿Cuando van a venir, Mario,
a ponérmelas por fin?"

"Non pgeocupag, que mañana
iguemos paga poneg.
A las nueve mando a alguien,
como dije a su mujeg"

"¿A las nueve? Yo non puedo.
Faltar al tajo otra vez" -
piensa para sus adentros
Saulo tragando su hiel.

"Mira, Mario, no podemos
esperarles otra vez.
Ya me dirá lo que hacemos
por que pueda pasar él"

"Non pgoblema, ya pensado.
Pog valla él saltagá.
Estág todo contgolado.
Usted ya no pgeocupag"

"¿Por la verja dices, pillo?
¿Y que pasa si le ven?
me veo en el cuartelillo,
faltando al curro otra vez.

"No, nada pasa, tganquilo,
que venig mucho hasta aquí,
y conoceg al dedillo
toda la Guardia Civil"

"Bueno, mas yo no os conozco,"
- dice harto Saulo al fin.
"Como llamen no me pongo"
- elucubró para sí.

"Vale, que venga a las nueve.
Ya veremos que se hará
por abrirle y que no tenga
nuesa verja que saltar".

Cuelga è le dice a su esposa:
"¿No te hablaron de saltar?"
"Tal vez" - dice doña Rosa -
"Se les entiende tan mal"

"Dicen de saltar la verja,
para trabajar después"
"¡Ay, por dios!" - responde esta
"Tiene que venir Esther".

(Aclararé en este punto
que la mencionada Esther
doncella de confianza
en casa de Saulo es)

"Pues se nos muee del susto
si abre la cortina è ve
al paleta en los arbustos.
¡Slgo hay que hacer, pardiez!"

"Además" - recuerda Rosa -
"consideremos que es
de Guardia Civil esposa.
Puede montar un belén."

"Vale" - Saulo resignado
acepta lo inevitable -
"por despedido me fago:
iré al trabajo más tarde"

A las seis se me levanta.
lleva a la escuela a su filla
Vuelve con la su esperanza
de evitar la rencilla.

Nadie viene, pasa un rato,
torna otra vez al jardín.
Mas ¿qué es esto? ha saltado
por la verja el malandrín.

"Hola" - dice mientras abre
la puerta del su jardín
(antes sitio inexpugnable)
al paleta borrachín.

"¿Hola, hola, como estag?
Saltag valla, no pgoblema "
indica el otro hacia atrás
hacia la maltrecha verja.

Tres capullos en el suelo
atestiguan su pericia
mira los rosales muertos
"Que sea su última picia"

"Mire, espero a mi sirvienta"
- comienza su perorata,
hasta que cae en la cuenta
de que no entiende ni papa.

Por señas y recalcando,
cual indio en el viejo oeste
le fabla Saulo al polaco
intentando que se entere:

Viene aquí (apunta al suelo)
Señora (omito el gesto)
no susto (se estira el pelo)
limpiar (face el barrendero)

"No pgoblemo" - dice el otro
"señoga yo no asustag"
"¿Soy tan feo?" - en su rostro
ve que quiere preguntar.

Exahusto ante tal perorata,
Saulo se sienta en su lar
è por non meter la pata
se decide a esperar.

Al fin llega la doncella
Saulo dice: "non te asustes
si en el jardín a un paleta
te toparas tú de bruces"

"Bueno, vale, mas te pido
que non entre en al salón
que voy a dejarlo limpio
con fregona y escobón"

De pronto, suena la puerta.
(la de acceso al exterior)
è por la ventana abierta
ven que el otro se escapó.

Sale al punto la doncella.
Se precipita al salón.
Lo encuentra lleno de huellas
de cemento con horror.

Mesa sus cabellos loca:
"Ahora lo he de limpiar"
sólo que ahora me toca
tener también que frotar"

"Mire Esther, cómo lo siento,
iré a fablar con él
por que pase en un momento
è non lo faga otra vez."

"Oiga, ¿a dónde va tan pronto?"
- abordando al malandrín -
"Cigaggeta" - dice el otro -
"ahoga volveg al jagdín"

Saulo se encuentra atrapado
entre espada é la pared.
Si le dice que non pase
es capaz de non volver.

"Pero si non se lo digo,
la doncella perderé.
è tal como está el servicio
me voy a hartar de barrer"

Mire ustéd: van a limpiar
el salón en un momento.
Si usted pasa, va a manchar
è non tendrá lucimiento.

Por los gestos de limpiar,
è barrer, el otro entiende,
è le dice: "Yo saltag
pog la valla. ¿Me compgende?

Ya ve Saulo sus rosales
al ras de los caracoles.
"Tendré que elegir alguno:
doncella, piedras o flores"

¡Voto a Zeus! esto es
tocar a uno lo de abajo.
Yo me voy, no vaya a ser
que además pierda el trabajo.

Se marcha en su carruaje
camino de su labor.
Pasa el día sin que pase
nada digno de mención.

Cuando llega a su morada
su señora ya le aguarda
a la ventana asomada
mudada su cara en larga.

"¿Que ha pasado, terminaron
al fin la del Escorial?"
- finge sentirse animado
por no empezarlo ya mal.

"Hace un rato se han marchado
mira cómo esto quedó:
parece bombardeado
cual Irak nueso salón"

"Vamos a ver como ha sido.
¿Miraste si quedó bien?"
"Sabes que desto no entiendo"
"Ruego al cielo.." - empieza él.

"Bueno, no quedó tan mal"
- comienza conciliador
viendo el cesped despuntar
entre cemento y terrón -

"Por el césped son mil euros
los Rosales son cien más.
para quitar el cemento,
varios días sin parar..."

"Mal me veo: " - el pobre piensa -
"hasta el verano no habrá
un sólo día de fiesta
que non tenga que limpiar"

"¿Bueno, te gusta el murete
tal y como nos quedó?"
- ya le sale de falsete
hasta con gallos la voz.

"Sí querido es muy bonito.
Nos tendremos que pensar
si forrarnos con granito
todo el garage además"

Reza una losa de mármol
en la pared del jardín:
"Aquí yace el pobre Saulo.
Descansa en paz, por fin."


Saulo.

Capítulo II - De toneladas de grava


Paso a relatar aquí
los sucesos que he sufrido
en este fin de semana
con pico è pala metido:

El viernes, aún sin comer,
cuando salí de currar,
por el almacén pasé
para el material comprar.

Me dijeron: sin problemas
ahora mismo lo tendrá
en la puerta de su casa:
éste se lo llevará.

Y en efecto, así lo hicieron
llevaron sacos de arena
é otros de grava - mil kilos-
que dejaron en mi puerta.

Non quedóme más remedio;
puse manos a la obra,
pero quitallos de enmedio
llevóme más de dos horas.

¿Mil kilos, setenta sacos?
pues non, fueron milquinientos
los que cargué deslomado,
è muchos más parecieron.

Como un mulo resoplaba
faciendo la montonera,
cruzando toda la casa,
incluidas escaleras.

Dejélos todos, al fin,
en montones colocados
en su sitio en el jardín,
con los brazos reventados.

Aún me burló el destino:
"hay que pasar el cepillo.
La asistenta no ha venido,
mira cómo está el pasillo"

É cuando acabóse el día
todos nos fuimos de juerga:
cumplía años mi amiga
è nos invitó a una cena.

Las cinco de la mañana
eran cuando empiltramos
è tenía de agujetas
hasta encogidas las manos.

É llegó el siguiente día
è tras la compra facer,
prometí por la mi vida
descansar como un bebé.

Mas el destino cruento
volvió a reirse falaz,
en forma de fallo incierto
de toda electricidad.

Desde después de la siesta
llamando a Iberdrola estuve
è a las doce de la noche
al fin la corriente tuve.

A la una de la mañana
me acurruqué entre las mantas.
De San Valentín, pues nada:
la parienta está sobada.

Por fin me meto en la cama
temiendo al siguiente día,
porque a las nueve, diana;
pues venía la familia.

Lo dicho, a las nueve en punto
sonó el mi despertador
è me encuentro con que tengo
por todas partes dolor.

Agujetas en la espalda,
las manos, agarrotadas
las piernas cual secas ramas,
los riñones no bisagran.

La familia llega a tiempo,
puntuales, a su hora,
è tenemos que meternos:
vamos, ¡manos a la obra!

Soy todo agradecimiento
a mi cuñado en el tajo,
pues más que ayudar, se fizo
él sólo todo el trabajo.

É menos mal, pues me vieron
de tal forma deslomado
que por pena me pusieron
de la escalera debajo.

Corta chapa, mete pala,
y en la pared taladra
rellena todo con grava
é con silicona acaba.

Al muro pega la tela
asfáltica para las aguas
é por fin la zanja llena
con la arena è con la grava.

Insisto en que mi cuñado,
al que dios guarde mil años
se curró todo el trabajo
al verme tan derrengado.

Aún con eso, mete tacos,
dóblate por los riñones,
saca tierras, echa sacos
de arena è grava a montones.

Total, que cuando acabamos,
è nos sentamos por fin,
estaba desparramado
más mi menda que el jardín.

Pues nos falta como un palmo
de grava - dijo el cuñado -
cuando puedas traes diez sacos
è yo vengo a colocarlos.

De verdad que ya lloraba,
non sé si de agradecido
por el favor que brindaba
o lágrimas de cocodrilo.

Cuando acabóse la cosa
en aquella noche aciaga
ni miré a la mía esposa,
tantos dolores contaba.

É cuando el lunes pasado
al fin llegué a trabajar,
pensé: ¡por fin he llegado
a mi sitio a descansar!

Saulo.

Post Data: aún me queda
por facer que la pared
quede de piedra forrada.
Por Dios que lo encargaré.

Capítulo I - De zanjón è montonera



Mi querido amigo Tiago:
permitidme que describa
del domingo, día aciago
la peripecia sufrida.

Trátase de un esperpento:
en tal día tenía cita
con la familia al completo
de mi amada mujercita.

Quedamos por ver qué era
aquella mancha fatal
que dejó pared entera
del garage cual Vietnam.

Ya sabéis qué es lo que pasa
cuando tienes un chalé:
vives como en una casa,
curras como en un hotel.

Ya dijo Dios en su día:
respetadme los domingos
è qué gran razón tenía.
Eso te lo juro, amigo.

Total, que todos venían
a comer y hasta a currar.
pues mi cuñado arquitecto
nos venía a asesorar.

Dijo: "esto se ha de hacer
de aquesta manera é forma:
Cavando un poco se ve
en qué estado está la cosa."

Se trata de hacer 'la cala'
que de nombre más recuerda
al jamón que se regala
que al ahorcado con su cuerda.

Pronto se vio que, al final,
aquello era lo segundo
pues terminé de cavar
cual topo en el inframundo.

Pues dijo aquí el interfecto
- siempre con buena intención -
que se ofrecía al momento
a terminar la función.

Se trata de que está mal
el aislante rematado
cavamos un poco más,
é se queda terminado.

Luego, con poner un trozo
de un aluminio lacado
dejamos este destrozo
cual si no hubiera pasado.

Bueno, repuse yo ufano:
¿non podemos contratarlo
aunque sea a unos rumanos
que nos lo fagan barato?

"Non, por Dios, qué tontería
esto se hace en un momento",
dijo en bloque la familia.
Dije para mí: "estás muerto".

Zanja de un codo de ancho
é dos codos de profundo,
de cinco pasos de largo,
non creáis que me confundo.

Sudaba yo cual Torrente
a puertas de un lupanar,
y además, con el relente,
sudando como un gañán.

Mi cuñado que en las obras
se encuentra como en su casa
me decía:¡no me jodas,
pero si esto no es nada!

Mas después de horas, cinco
de azada, maceta é pala
é de darle con el pico
terminóse al fin la zanja.

Al ver que aquello acababa,
marcheme a por las paellas
é a la vuelta me esperaba
de las noticia, la estrella:

"Pues parece que nos falta
un buen trozo del aislante.
Cavaremos más profundo
e le echaremos el guante."

¿Más profundo? demudóse
mi rostro cual cera pura,
viéndome otra vez metido
en barro hasta la cintura.

"Poca cosa, sólo un trozo
lo suficiente por ver
en que parte se ha quedado
é qué podemos facer."

Ya las carnes me temblaban
comenzando la comida.
Aquello no se acababa
é hasta el alma me dolía.

"¿Contratarlo?¿Tú estás tonto?
¿en teniendo aquí a mi hermano
ingeniero y arquitecto
y a todo esto acostumbrado?"

Pues nada, déle usté al pico
debajo de la escalera
hasta que por fin llegamos
a encontrar la tela aquella.

"Que cómo facen las casas.
Todo de cualquier manera.
Por ahorrarse unas migajas
te contratan a cualquiera."

"Es adrede. No es mentira,
que no importa que se caiga
si la garantía expira
antes de que aquello salga"

Todo esto comentaban
indignadas las señoras
el abuelo é mi cuñado.
Mas yo, contaba las horas.

Total, que al final ya vimos
cuando la luna salía
que, tras currar como primos
hay que acabar otro día.

Se decide que compremos
la manta asfáltica aislante
é finalizar podremos
el fin de semana entrante.

O sea, que para aquello
de facer 'pequeña cala'
por mi parte casi muero
é me queda otra jornada.

Habéis de ver mi jardín,
después de tan limpia obra.
Parece que en el, por fin,
hubiera caído una bomba.

Hay de tierras montoneras
cual si hubiera enterradores
Taladas enredaderas,
hojas, ramas é tocones.

É la zanja, qué deciros,
¡si asemeja una trinchera
la parte donde estuvimos
debajo de la escalera!

Temiendo yo a la agujeta
en vez de cenar, tomé
- cuando acabóse la gesta -
todo el tarro de la miel.

Qué noche, la de dolores,
al analgésico dado,
cual boracho a su botella,
a la aspirina enganchado.

É que manos, mi Don Tiago,
habríais de ver qué aspecto:
tecleo con los muñones,
pues los dedos no los siento.

Mas aquí no acaba el cuento
compraré telas é grava,
é me espera otro tormento
aqueste fin de semana.

É de elegir o divorcio
o morir en el intento
é non sabré que negocio
optaré en ese momento.

Me despido pues, amigo
hecho unos zorros del cuerpo
casi sin haber dormido
é resignado a facerlo.

Por último he de deciros
que si echasteis unas risas
donéis algo al montepío
de muertos por contratistas.

Relato de las mis obras - Prólogo

Comienzo aquí a publicar la crónica de las obras del jardín, que me llevaron no pocas penas y sufrimientos durante la primavera del 2004.
En aquel momento escribí aquestas coplillas de Saulo que publico en éstas páginas.
Espero que os gusten.

Saulo

martes, 23 de agosto de 2005

En Mercedes vuelvo a casa

A Carleti


Iba Don Saulo contento
con su bota güisqui al futbol
è sentándose en su asiento
pasó a soplar por un tubo.

Cuando llevaba metida
entre el su pecho i espalda
media bota bien bebida,
notó que le saludaban.

Es su vecino de al lado,
cuantas veces le encotrara
en el su asiento sentado
mientras un gol se cantaba.

"¡Hola!" - le dice el mentado
è bota vino le ofrece.
Como Saulo es educado,
buen lingotazo se mete.

Al otro le pasa el güisqui
è tras empinar la bota
mira ya medio piripi,
llama de tú a la parroquia.

A todo esto percibe
un codazo en las costillas,
es su vecino que dice,
indicando la otra silla:

"¿Conocías a mi Merche?"
"Mercedes, igual que el coche"
- dice ella sonriente -
"Aún más rápida que un porsche."

"Debe ser un chiste agudo"
- cavila Saulo rascando
su cabeza - "mas non dudo
que non parece indicado"

"Seguramente del tanto
como llevo en mi barriga
yo no me estopy enterando
ni de lo que èsta diga"

"Encantado" - le saluda
tendiendo a su vez la mano.
De nuevo viene la duda:
se la está manoseando...

"Es la esposa deste hombre.
Cuantas veces ya la he visto
con él cantando los goles
en muchísimos partidos"

"Deben estar medio ciegos,
non pasa nada, Saulillo.
Te olvidas dellos è luego
a seguir con el partido."

A todo esto aparece
un tercero en la cuestión,
y el de al lado le dice:
"Oh! Saulo, fazme favor."

"Ese que viene hacia acá,
è que la bufanda enseña
mucho temo, voto a tal,
que es el primo de mi dueña."

"É como ésta de mi lado
es mi amante desde siempre
temo que nos ha pillado
è que de esto se entere. "

"Haz el favor de cambiarte
de sitio con disimulo.
Non tengas miedo de ella
non va a comerte crudo"

Azorado se levanta
è se sienta en el asiento
mientras al grito de "¡Falta!"
retumba el estadio entero.

Se acerca el primo segundo
è se sienta junto al otro.
Saulo le mira ceñudo;
el otro piensa: "un beodo..."

Dice: "¿Facen unas birras?"
ofreciendo unas cervezas.
"Solo falta que a esta piba
se le suba a la cabeza"

- piensa el tal Saulo mirando
de reojo a la querida,
que enganchada está a su brazo
é hinca uñas cual arpía.

Al fin se acaba el partido.
Salen todos cero a cero:
Cero goles por partido,
cero ven los compañeros.

Ciegos bajan a la calle
è se acercan a un sedán:
"Es Mercedes" - dice alguien-
la risa a Don Saulo da.





"Pues es cierto, es el mío"
dice mirando hacia trás
el embriagado vecino
guiñando un ojo a la par.

"Dice el primo: pues me largo,
que he dejado el coche allí.
"¡Ya se larga!" - piensa Saulo -
"libre quedaré por fin."

Pero la cosa no es fácil,
le preguntan: "¿Dónde está
tu coche?" è con una grácil
sonrisa va a declinar:

"Pues en casa lo he dejado.
Un taxi me cojo ahora."
Dice el vecino: "ni ahorcado
te abandono yo a esta hora."

"Nada, nada, te llevamos.
Y que non se fable más.
Cariño: a que pasamos
del su barrio por detras?"

Asiente entre hipidos
la tal Merche sonriente.
Mal se las ve mi Saulillo:
non quiere ser reticente.

"Venga móntate a Mercedes...
en Merche, quiero decir...
quiero decir (non me pegues)
que al coche puedes subir"

Total que suben los tres
en el sedan encuerado.
"Mercedes en cueros es"
dice el vecino embriagado.

"Paremos aquí de paso,
ques de mi amigo este bar
ya verás que lingotazos
gratis nos vamos a echar."

Ya Saulo se da por muerto,
mas, para non quedar mal,
se presta a meterle un tiento
al güisqui è hasta al del bar.

Beben, ríen, doblan muecas,
la Merche ya es que se va
por la patilla y empieza
con mi Don Saulo a ligar.

El otro, como si nada,
todo lo ve tan normal.
È Saulo non tiene cara
de cortalla a su pesar.

Total, que acaban las copas.
"Incólulme al fin salí"
piensa Saulo mientras montan
en el Mercedes al fin.

arranca el otro cual Fangio
en cercuito de Monjuic
va pegando unos bandazos
que adelanta el 'zag' al 'zig'.

De repente para el coche.
Pegando un frenazo tal
que Saulo prueba en la noche
la nuca de la vestal.

"¡He perdido la cartera!"
Dice palpándose el pecho.
Saulo piensa: "deste hombre
non sacaremos provecho"

"¡Búscala, vamos!" - le urge
a la Merche con anhelo
ésta sin pensar dos veces
se abalanza por los suelos.

Enseñar, hasta partida
de nacimiento enseñó.
Piensa Saulo: "divertida
se pone aquesta cuestión".

Mas no acaba aquí la cosa:
salta al asiento de atrás
è a Saulo muestra la ropa
interior de tafetán.

Se aparta aquéste de un bote
sin dar crédito a sus ojos,
porque el tanga nada esconde
è además es color rojo.

Aún se remanga la falda.
È agora, canalillo.
Más bien Canal de la Mancha,
porque enseña hasta el ombligo.

"No lo encuentro -hics- no puedo"
hipa la rubia bolinga
Al pobre Saulo poniendo
sobre el hombro las domingas...

"Volvamos al bar non sea,
que se cayera al pagar"
Dice el otro en son de juerga
mientras que vuelve a arrancar.

"Non salgo entero désta"
piensa Don Saulo al sentir
de Merche las posaderas
sobre su zona viril.

"Huy, perdona, he tropezado.
Éste tío es un animal
conduce como un pirado
sin contar con los demás."

"O no mira o está ciego"
Piensa Saulo para sí.
Yo me tiro en marcha luego,
si la puerta puedo abrir.





Llegan al bar del amigo.
Saulo se apresta a salir,
mas de la rubia el ombligo
se encuentra frente de si.

"Pero, ¿sales o no sales?"
-le pregunta cabreado-
"Deja a éste que él se vale.
Vamos a seguir jugando"

"Non podemos facer esto,"
- es Don Saulo caballero -
"de dejalle con el muerto
sin ayudalle con ello"

De mala gana le deja
salir Mercedes del coche
"Pardiez con esta pendeja.
Ya me está dando la noche"

Entra en el bar decidido
è non cree lo que ve,
pues se encuentra a su vecino
besando al barman aquél.

Salta a la barra el becerro,
se encarama al mostrador.
Besa calva al camarero
ante el público estupor.

De alegría salta è brinca
a lo largo de la barra,
mientras la gente le anima
è le ríe la trastada.

"¡La encontré, por fin la tengo!
Éste la había encontrado"
- grita loco de contento
por el mostrador bailando.

Cuando al fin salen del bar
é se dirigen al carro
ven que hay cola por mirar
aunque el cristal es tintado.

La Merche en cueros está
en el Mercedes de cuero,
è los que pasan se dan
de tortas por poder verlo.

Espantando a los moscones,
entra en el coche de lado;
arranca el otro de golpe,
Saulo se está mareando.

"Pero... ¿qué haces?" - pregunta
el pasmado bolinguilla.
"Pues... buscando la cartera,
por si cayó en mi tanguilla"

Cuando al fin llegan al barrio,
a Saulo deja en la acera,
è dice: "non se te ocurra
contárselo a mi parienta..."

Él niega con la cabeza,
è parte raudo el Mercedes.
Saulo piensa: "Con certeza
no me creerán aún lo cuente"

"A nadie he de decir
lo desta noche aunque muera.
Juro por Dios non salir
nunca más de borrachera"


lunes, 22 de agosto de 2005

De Don Saulo, perorata

Rosa, que mi alma insuflaste
de esperanza y alegría.
A tí, que en mí te fijaste,
dedico estas pobres rimas.
Ferdinand Roybet: Festín de los mosqueteros

Iba Don Saulo de farra,
por amigos flanqueado.
Acodado está en la barra
de un garito de su barrio.

Comienza su perorata,
mas nadie allí le escuchaba.
Huían hasta las ratas
cuando su charla arreciaba.

"Dejélos mudos al punto,
pensó para sus adentros
cual bardo galo en dibujo,
atado en lo alto de un cedro..."

Pero brincó de alegría
al mirar a su derecha,
è ver que alguien le atendía
¡Además, una belleza!

Ya se atusa el su bigote,
Su voz de bajo ya afina,
prepárase el pasmarote
a dar la brasa con rima...

Pobre infeliz la tal Rosa,
que en tal trance al punto vióse
que por ser fina y fermosa
a gran paliza arriesgóse.

Empezó con sonrisita
de atenta educación.
¡Van tres horas y no para
la pesada alocución!

El su semblante de ninfa
poco a poco se congela...
mas él sigue con sus rimas,
¡el botarate non ceja!

Los párpados de la dama
pesan cual plomo fundido.
Para plomo, el que le fabla
¡y encima, en lenguaje antigüo!

"Seamos bien educadas"
- aún pensaba la infeliz-
"Recordad: sois una dama,
cual dijo mi institutriz."

Saulo, dale que te pego,
saca rimas de sus mangas,
face mil y un aspavientos,
hasta el vino torna en agua.


 Los Mosqueteros de Porros (usuarios.lycos.es/pipaclubsevilla)


É la otra, pobrecilla,
con rictus cuasi mortal,
sonriendo se ha quedado
dormida como un lechal.

¡Mas Saulo non mira en penas,
embriagado por la audiencia
relata mil aventuras,
dosmil romances inventa!

Ya la pobre niña duerme
hasta el sueño de los justos
ajena a la verborrea:
al fin, la pobre está a gusto.

¡¡Ajeno a los desalientos,
inasequible al cansancio,
sigue el tipejo aburriendo
con su largo verso rancio!!

Al fin, cayó de la higuera.
Mudo quedó cual estatua
é de su rostro de piedra
rodó una lágrima clara.

He dormido hasta a la ninfa...
Hasta la musa durmióse...
Cruel destino que hinflas
este pecho de ilusiones...

(Hasta para con sí mismo
es pesado el interfecto,
¿Non cejará de sus trinos
ni dormido ni despierto?)

Tú que mi alma floreciste
escuchando con anhelo,
tú que a tu nombre le diste
sentido oyendo a este viejo:

Al fin también te aburriste
con mi triste verborrea.
¡Cruel destino, me hiciste
creer que Ella creyera!

E dejando al fin su lira
junto a aquél fermoso torso
dormido de la su ninfa,
fizo mutis por el foro.

Alonso Cano: Ninfa Dormida. Museo del Prado. Madrid

viernes, 19 de agosto de 2005

Don Saulo y el dragón

Dedicatoria: A mi esposa
y a mi hija lo dedico.
Pues sin su ayuda esta obra
jamás hubiera existido.



Estaba Saulo currando,
apurando su faena,
cuando fue a sobresaltarlo
la llamada de su dueña.

Gritos horribles se escuchan
en el su auricular,
y aunque nada desembuchan
sabe que son en su lar.

Tan sólo oye aterrado
el gemir de la su hijita,
que con dos años contados
su garganta desgañita.

"¿Qué sucede?" - angustiado
interpela al aparato -
"¡Decidme qué está pasando!
¿A qué viene tanto llanto?"

Al otro lado del hilo,
escucha a la su mujer,
gritar: "¡Corre, Saulo mío,
o a las dos nos perderéis!"

Espantado, deja todo.
Vuela por las escaleras.
Como loco arranca el coche,
gira la esquina en dos ruedas.

Engancha sin miramientos
la conocida emetreinta:
el límite pasa por cientos;
la multa será de estrella.

Cual chumaquer encelado
las curvas traza por fuera,
por los carriles saltando
todo el tráfico sortea.

Diez minutos - y son muchos -
se demora en arribar.
Aparca - se deja las ruedas -
en la puerta de su lar.

De un salto, sube escalera.
La llave mete en el aire
è como una tromba entra
exhorcizando el desastre.





Encuentra a las sus dueñas,
que son su filla è mujer,
alzadas de las cocinas
en la mesa de comer.

Gritan tan desaforadas
que no han visto su llegada,
è dirigen aterradas
su mirada a la ventana.

Cual un caballero andante,
a molinos enfrentado,
con zancada de gigante
nueso Saulo va gallardo.

Y encuentra - non dire una,
ni dos, más bien diré tres -
lagartijas con hambruna
de triste è blancuzca piel.

Mira asombrado la jarra
que en pulido fregadero
da cobijo a la camada
de reptiles medio muertos.

La más grande, medio palmo.
La más pequeña, un dedal.
No sale de su asombro Saulo:
los dragones,¿dónde están?

Incrédulo mira a los lados
y encuentra de su mujer
los ojos desorbitados
que le indican: "¡èso es!"

Mas non sale de su asombro.
Ahora sí paralizado,
pregunta sobre su hombro:
"¿cuál es el desaguisado?"

"¿Pues non los ves?" - le responden
desde la mesa en el acto -
"¡Cien monstruos han escapado
desde la jarra de barro!"

"¿Monstruos? - vuelve la cabeza -
"Sólo veo lagartijas,
unos pocos medio muertas
è las otras, bien canijas"

"Pues eso, que se han escapado
de la jarra del jardín,
que habíamos olvidado
è quise fregar por fin."

"¡Voto a todo!" - aún no sale
de su asombro el interfecto -
"¿Non existe otro percance?
¿Me habéis llamado por...ESTO?"

"¡Pero si son lagartijas!"
- dice al borde de su aguante.
La madre abraza a su hija:
"¡Son lagartijas mutantes!"

"¿Mutantes?¡Unas narices!"
Mas le replica su esposa:
"¡Son mutantes como dices.
Sus dedos tienen ventosas!"

"Pero... mi buena mujer,
cómo piensas que se suben
las pobres por la pared...
¿no será que has visto 'UVE'?"

(Coje a los animalillos
que resbalan sin consuelo
escurriendo sus dedillos
por el liso fregadero)

"Voy a dejar a estas pobres
en la tapia del jardín,
que como comen insectos
se darán un buen festín"

"!Ni se te ocurra dejar
esos monstruos en el nuestro!
¡Si non los quieres matar,
tíralos, mas fázlo lejos!"

"Pero, cariño" - le advierte -
"si en el nueso jardín
a sus anchas campan siempre
del uno al otro confín...

¿Acaso tu no decías
que eran buenas para el césped,
que los insectos comían
que protegían los parterres?"

"Sí, ¡pero estas son mutantes!"
- la voz le sale un graznido -
"¡ya te lo he dicho antes:
tienen el color perdido!"

Perdido el color si llevan,
mas no acierta a discernir
si es del susto que blanquean
o es de no poder salir.


San Jorge, el dragon y la doncella-David Manzur-1999


"En fin, que vamos a hacerle!"
- las mete Saulo en un tarro -
"me las llevaré al parterre
que tiene el vecino al lado"

"¡Ni se te ocurra tan cerca!
Son capaces de volver
y atacarnos por sorpresa.
¡Tíralas lejos, pardiez!"

Vuelve Saulo a sus tareas
a retomar su faena,
donde fue a sobresaltarlo
la llamada de su dueña.

Fueron diez mil de las ruedas.
Del llantazo, quinze mil.
Tuvo que hacer horas extras,
è se quedó sin dormir.

La multa por el su exceso
de velocidad fue tal
que pensó: "non salí ileso.
Me hirió el ser infernal."

Otra colonia en dos días
acampó en el su jardín,
de pequeñas lagartijas
que se quedaron por fin.

Eso sí, no eran mutantes,
eran como las demás.
Con ventosas e cambiantes
de color epiteliar.