Ya fue hipólito DonSaulo de las huestes macedonias a las órdenes del Magno compartiendo sus victorias. Èl salió de Cartagena cabalgando junto a Aníbal que elevó hasta la leyenda su invicta caballería. Fue un equites de Julio, auriga de Belisario, desde Hispania hasta el Danubio a los bárbaros frenando. Junto a Eutiquio muchas veces venció con los Verde Puerro recibiendo los laureles de manos de El Carnicero. | En día que Justiniano el hipódromo cerró en la dorada Bizancio, el tal DonSaulo emigró. A lomos de un dromedario tras cruzar la ardiente Arabia lloró a su pobre Carthago, í entró con Tarik a Hispania. En Córdoba la Sultana desfrutó de los serrallos, su Biblioteca è sus cuadras de magníficos caballos. Después de los bereberes, è antes de lo de Boabdil, cabalgó junto a las huestes del famoso Mío Cid | Tras la gesta de Colón cruzó el mar hasta las Indias è al continente llevó la nueva cabaña equina Sacó fruto a la afición en tiempos de los torneos è alguna vez conquistó de noble dama el pañuelo Fué más tarde campeón en los Campos Elisèos. (hasta la Revolución, que anuló tales eventos) Él desputó algunos Derbies desde Liverpool a Londres para placer de las ladies è ruina de algunos lores. | Llegado el tiempo de Fangio, de Agostini, de Angel Nieto, decidió mudar Don Saulo hacia el caballo de fierro. En Silverstone, Nürburgring en Magny-Cours o Estanbul, en Monza,Spa, Hockenheim Imola o Kuala Lumpur, ha gozado el perillán la su frenada apurando, achuchando en la chicán, hasta la bandera a cuadros. È al egual que es Montecarlo el circuito más famoso, hoy reconoce Don Saulo que no hay nadie como... |
lunes, 26 de septiembre de 2005
Carreras è carruajes
miércoles, 21 de septiembre de 2005
De la nuesa visita a Manzanares del Real
Escuchad mi moraleja:
Si visitáis Manzanares,
no olvidéis facer reserva.
primero, en un restaurante.
viernes, 16 de septiembre de 2005
Del tal Saulo patinazo
Se me ocurre esta coplilla para asín poder glosar este dolor de costillas, que saqué de patinar: Iba Don Saulo contento, a su filla acompañando, a patinar sobre el hielo más eluso que abrigado. Creíase el interfecto con su juvenil talante que su físico era eterno è aún exento de achaques. Calzáronse los patines que demostraron ser más torturadores perniles que botas de patinar. Salieron al hielo ufanos: allá va Saulo faciendo aspavientos con los brazos como molinos de viento. | Decíale a la su filla: "dame la mano non sea que te caigas, hija mía, en esta resbaladera" Mas el destino, cruento, se encargó de demostrar que del citado sustento él necesitaba más. La su filla, escopetada, sale al instante al albero. Patina como una bala dejándole boquiabierto. Por tanto, el de la perilla ha de tirar de coraje è se lanza a perseguilla iluso cual kamikaze. ¡Albricias! lleva tres metros è aún continúa en pie deslizándose en el hielo tan ligero como un buey. | "¡Cuidado!"-escucha a su lado è pasa como un cometa su filla, que ya le ha dado a la pista cinco vueltas. Se pica:"¡No ha de quedar en entredicho mi hombría! ¡Que non me pueda tachar de cobarde la mea filla!" Furioso mueve los brazos, è más parece que rema que patina mi buen Saulo iniciando la carrera. Un patín se queda atrás è con patético gesto en el hielo viene a dar con sus miserables huesos. "Non pasa nada, a cualquiera se le escapa una caída" - piensa mientras observa de reojo a la su filla. |
"Papito, ¿te has hecho daño?" - pregunta muerta de risa - "No, amor, estaba probando si estaba fría la pista. È has de tener cuidado, non te vayas a caer, pues según he comprobado, está bien fría, pardiez." Tras sacudirse la nieve de pantalones è guantes se despone el inconsciente a hacer gala de su arte. Non bien acaba una vuelta cuando...¡otra vez al suelo! Tras cómica pirueta tirado acaba en el hielo. Esta vez, más precavido, sólo mira de soslayo è vuelve a ver a su filla que se revuelca a su lado: | "Papi, se hace de pié" - regocíjase tunante - "¿No te puedes sostener levantado ni un instante?" Don Saulo suda de firme. Embutido en mil ropajes, endereza los patines intentando levantarse... ¡Volantín è pirueta! Cual acróbata de circo sube al tiempo las dos piernas, aterrizando de pico. Cuando al fin se pone en pie, decide: "doy otra vuelta è me siento junto a aquél que se ríe de mis penas" Ya toma velocidad. Lanzado va por la pista, cuando le vuelve a pasar que un patín se le despista. | Bruscamente gira el cuerpo para evitar la caída è que su filla, de nuevo, se desternille de risa. Entonces llega el crujido a la altura del costado. Don Saulo piensa: "Dios mío, ¿porqué me has abandonado?" El dolor llega al instante, como el trueno tras el rayo. Saulo palpa con los guantes: "El costillar me he quebrado" Como no ha caído al suelo, lo da por bien empleado por no acabar en el hielo a la audiencia deleitando. Tieso cual palo mayor se dirige a la salida sin mirar alrededor ni facer caso a su filla. |
Se derrumba en el asiento palpándose el costillar sin que se le escape un gesto con tal de disimular. "Muerto soy, dèsta me entierran" - rumia para sí el finado - "Lo que non sufrí en la guerra, agora lo estoy pagando." Ya sentado è sin resuello, sigue observando a su filla que se mueve por el hielo cual en mar la pescadilla. | De vez en cuando le mira, le sonríe è le saluda. Devuèlvele la sonrisa el buen Saulo mientras suda. Por fin se acaba el tormento, è ya es hora de comer. "Por mi, tomaría ungüento de arnica" - discurre él. Llegado hasta el su castillo se derrumba en la butaca mientras piensa: "Estamos listos, ahora empezarán las guasas" | En efecto, todo el mundo o le recuerda la edad o le dicen que es un burro por ponerse a patinar. Él protesta: "Me hice daño mas fue por non ir al suelo è aún me sobran redaños para ententallo de nuevo" Mientras masculla entre dientes: "Irá el próximo día Santa Rita de los Peines a cuidar a la chiquilla." |
martes, 13 de septiembre de 2005
De Don Tiago en el castillo
Ya va Don Tiago emergiendo desde su oscura morada hacia el mesmísimo cielo, lugar que Saulo le guarda. En homenaje a ese ingenio, que hoy lo mesmo es espada que mañana risa è juego è pasado es almohada, les publico aquí este cuento. | A esta hestoria emaginaria diòme pie face algún tiempo mi DonTiago, una mañana al contarme que a un evento en Real Castillo marchaba. Desculpad si, como siempre, el tal Saulo emprovisaba è su lengua de mil sierpes a menudo se liaba. |
Aventuras de Don Tiago
en el Castillo del Buen Amor
Fueron Don Tiago i esposa
- incitados por su hermano -
a Salamanca la Hermosa,
patria del ínclito Saulo.
Decidieron hospedarse
en un cercano castillo
donde habrán de disfrazarse
con ropas de corte antigüo.
Las dijeron: este sitio
solo tiene luz de velas
ya veréis que divertido:
como la antigua realeza.
Bajo la luz de la luna
detienen el carruaje.
Escudriñan la penumbra:
¡alguien se sube al pescante!
Tras una capa iba oculto
de color endestinguible,
enano, feo è chepudo,
de noche, casi envisible
Como por arte de magia
saca un candil encendido
que estaba oculto en la capa
(¿será por el calorcillo?)
Con extraña reverencia
a Doña Mari se acerca
intentando abrir su puerta.
Ella el seguro bloquea.
Se emboza tras la capucha,
mas a la luz de la vela
una ausente dentadura
de grandes encías muestra.
Despues de la extraña mueca
a modo de bienvenida,
inicia otra reverencia
è andando hacia atrás recita:
"Su señoría descienda
tranquila del carruaje
que aunque bien feo mi menda
nunca se ha comido a nadie"
Baja Doña Mari al rato,
temblando cual flan de huevo
y entre dientes mascullando:
"pues sí que es feo el portero"
"A su servicio, soy Aigor.
Permítanme su equipaje."
(Abre el portón mi Don Tiago
è se lo alarga al instante)
"Síganme ustedes" - afirma
arrastrando las maletas -
mientras Don Tiago patina
por el barro tras la vela.
Un trueno estalla en el cielo,
mas no amenaza tormenta.
Doña Mari, del estruendo,
le salta a Tiago a la chepa.
Así van cruzando el foso:
primero, pasa la vela;
detrás viene el mayordomo
arrastrando las maletas;
mas atrás, formando un grupo
de curiosa silueta
vienen Tiago è Doña Mari.
(esta última, en su chepa)
Golpea el enano la aldaba
y en el vacío resuena.
Chapoteando en el fango
nuesos amigos esperan.
Un crujido a yerro viejo
terminado en fuerte golpe,
acompañado al momento
con el chirriar de los goznes
anuncian a los calados
que van a ser recibidos.
Ambos avanzan temblando
por el tal Aigor seguidos.
La luz de los candelabros
arroja luz sobre el hall,
tan grande como un estadio
è frío como glaciar.
Entre las sombras cambiantes
por efecto de las llamas
que el viento mueve, constantes,
creyó ver Tiago fantasmas.
Da codazos a su esposa,
que en su chepa sigue izada,
y que a este paso le ahoga
a su pescuezo aferrada.
"Bájese ya, mi señora,
è non tema a los fantasmas.
Son sólo unas pocas sombras
acuciadas por las llamas."
Desciende Mari, despacio.
È por fin suelta su presa
de la garganta de Tiago,
que medio ahogado boquea.
Según pone un pie en el suelo,
de entre las danzantes sombras
emerge, de carne ì hueso,
lo que parece una moza.
Del corpiño medieval
el pecho escapar intenta.
Luce un blanco delantal
è la cabeza cubierta.
"Muy buenas noches, señor.
Les echábamos de menos.
Síganme hasta el torreón,
do se encuentra su aposento"
Entrégales un candil:
"Non vayan a tropezar.
La escalera tiene mil
escalones, nada más."
Sube la moza primero,
Doña Mari la siguiente,
Don Tiago toca el trasero
de su esposa, con su frente.
Aún se alegra: "menos mal
que no puede con las piernas
o acabaría por dar
su talón en mi entrepierna"
Cierra el séquito, ascendiendo
el chepudo maletero
que arrastra entre juramentos
las maletas por el suelo.
Cuando llegan al final
del angosto torreón
amenaza clarear.
Exahustos están los dos.
"Su aposento" - dí la moza
entregándoles la llave
de puro yerro, herrumbrosa
que pesa doze quintales.
Don Tiago mete la llave
mientras piensa: "¿para qué?
por la cerradura cabe
hasta mi esposa de pie"
Aigor suelta las maletas
según entran en la sala
è se marcha con su vela
sin decir una palabra.
La moza - y su mostrador -
les dice: "cierren la puerta
cuando estén dentro los dos,
è non abran si golpean."
Por tan extraña advertencia
iba Tiago a preguntarle
pero al irse a dar la vuelta
allí non quedaba nadie.
Se acerca a las escaleras,
escudriñando el vacío
mas ya non se ve la vela
ni se escucha ningún ruido.
Se vuelve al cuarto extrañado,
do Doña Mari le espera
sujetando el candelabro
pegada a la misma puerta.
"Tia-ago" - balbucea la pobre -
"He visto moverse algo"
"Serán las sombras" - responde
poco convencido Tiago.
Avanza con gran cautela
intentando eluminar
la habitación con la vela.
Da dos pasos, nada más.
Al instante, suena un ruido
como si alguien corriera.
Pensó - "quizás sea un chiquillo
que está jugando ahí afuera"
Toma a Mari de la mano
elevando el candelabro.
Ahora, que está iluminado,
non parece tan macabro:
La sala es espaciosa.
Las paredes de sillar,
el suelo de pura losa
pulida por el pasar.
El techo queda tan alto
que sólo ve, bizqueando,
un poco de artesonado.
Parece labrado a mano.
A su espalda está la puerta.
Junto a ella, un escritorio
de apolillada madera
do escribieron El Tenorio.
A su izquierda hay un tapiz
gótico, si no es más viejo,
en el que se ve un jardín
è alguien bailando en el centro.
A su diestra, una ventana.
Más diría, un agujero.
Es más estrecha que alta;
el muro es de metro y medio.
Frente a ellos, aunque lejos,
está la otra pared
más o menos a diez metros,
y una cama con dosel.
Temblorosos se aproximan
y a medida que se acercan
observan que las cortinas
del dosel cuelgan ligeras.
Tanto, que el aire las mece
cual si alguien las moviera
Tiago dice: "Me parece
que es el aire que se cuela."
Mari le clava las uñas,
clavada ha quedado al brazo
y con tal fuerza le estruja
que hasta el hueso han alcanzado.
En ésto estaban los dos,
llegándose con sigilo
al su tálamo de amor
cuando se escucha un gran ruido.
Al dosel se precipitan
sin volverse ni a mirar.
Atraviesan las cortinas
que se abren al pasar.
Caen en un lecho mullido,
de gran altura y tan blando
que quedan del todo hundidos
en una trampa atrapados.
Tiago intenta levantarse
Mari, histérica patea.
pero la mullida carcel
impide que ambos se vean.
Separados por quintales
de lanas y de algodón,
ambos intentan zafarse
del abrazo del colchón.
Por fin Tiago se incorpora
separando las cortinas.
Se cerró la puerta sola,
tal fue toda la desdicha.
La maleta aún espera
junto a la puerta cerrada
y con la luz de las velas,
parece cual si bailara.
"Vamos a abrir la maleta"
- dice mientras da la mano
a su esposa que aún se encuentra
en el hoyo, braceando.
Con grandes pasos se acerca.
"¿Quien dijo miedo?" - sacando
pecho como una estanquera
de Fellini va avanzando.
Tira del asa con fuerza,
mas no se mueve ni un palmo.
"¿Que has metido en la maleta?"
- inquiere a Mari, gritando.
Mas la respuesta non llega,
è Tiago se está cabreando
"Que ¿qué has puesto en la maleta?"
repite Tiago, gritando.
Ve que Mari está muy quieta.
A través de las cortinas
Tiago ve su silueta
como en granito esculpida.
Abandona el equipaje
è se dirige al dosel
preguntándole: "¿Qué haces?"
Mari no le mira a él.
Tiene la vista clavada,
los ojos de puro vidrio,
en la cercana ventana,
a la espalda de mi amigo.
Despacio se da la vuelta
è ve una sombra furtiva
que, en dirección a la puerta,
por el suelo se desliza.
"¡Ya estoy harto, voto al cielo!"
Salta otra vez de la cama
pero la sombra del suelo
vuelve rauda a la ventana.
"¿Lo has visto?" - dice su esposa -
"Era un fantasma, seguro.
Tenía una faz horrorosa
y cruzó por ese muro"
"¡Qué fantasma ni fantasma!"
- dice Don Tiago, enfadado -
"El cierre de la ventana
debe de estar oxidado.
Empiezo ya a estar bien harto
de tanta cosa tan vieja.
Voy a pedir otro cuarto
sin cortinas è sin velas.
Si hubiéramos reservado
en el Hilton, como todos,
estaríamos gozando
del jacuzzi como locos.
Que si rollo medieval,
que si fiesta de disfraces,
ya verás como, al final,
no habrá ni donde lavarse."
Su discurso causa efecto
en Doña Mari, que mira
al su alrededor de nuevo,
è que una mueca perfila:
"Es cierto, ¿dónde está el baño?
¿No era individual?
No digas que para usarlo
se turna aquí el personal..."
"Es cierto: reclamaremos.
Yo quiero otra habitación.
Con baño y tele, diremos,
y con un buen ascensor.
Y el teléfono, ¿lo has visto?
llamaré a la recepción.
Que nos lleven a otro piso,
a una buena habitación.
Se pone Mari a buscarlo.
En la mesilla, no está.
Tiago toma el candelabro
por poder ver algo más.
Lo sujeta bien en alto.
Non llega luz al final.
Se dirige allá mi Tiago
a quitar la oscuridad.
"¿Dónde habrán puesto al maldito?"
Calla: dos ojos de gato
dorados el observan fijo
bajo un mueble agazapados.
Se acerca el valiente Tiago
que de sustos ya está harto
arrimando el candelabro
a desalojar al gato.
Mas no hay nada, o el tunante
de tal forma se ha escondido
que no puede echarle el guante
ni ver dónde se ha metido.
Abandonando la caza
se vuelve a echar un vistazo
pero en los muebles no hay nada.
¿Dónde estará el aparato?
Va a dar la vuelta a la estancia
a la pared arrimado
cuando percibe a su espalda
otra vez, un ruido raro.
Es Mari, que ahora su boca
con sus manos ha tapado
y que mira, como loca,
otra vez al empedrado.
¡Ya está otra vez el espectro!
Hacia él se va Don Tiago.
Como arrastra por el suelo,
intenta en vano de pisarlo.
"¡Es una sombra, tan solo!"
Pero, ¿qué la ha provocado?
como la boca de un lobo
se encuentra el artesonado.
Sube encima de una silla
alumbrando todo el techo.
Al momento, trastabilla,
porque non puede creerlo:
Todo aquel artesonado
es un relieve completo
de un satánico retablo:
demonios bailan con muertos.
Mira a Mari boquiabierto,
pero ella non le mira.
Con los ojos muy abiertos
aférrase a las cortinas.
En esto, les sobresalta
otro familiar sonido:
es el móvil, que descansa
en el fondo del bolsillo.
Oye la voz de su hermano:
"¿Dónde estás, en carretera?
¡Que te estamos esperando
aquí la familia entera!"
"Que, ¿dónde estoy, me preguntas?
¡En el maldito castillo,
luchando con la penumbra
è medio muerto de frío!"
"¿En el castillo? Imposible.
Si te estamos esperando
sentados en los jardines
è por aquí no has pasado."
"¿Jardines? Non ví ninguno.
Aquí he visto solamente
un foso más bien oscuro
è non ví a ninguna gente"
"Tú me estás tomando el pelo.
¿Estás en la habitación?
¿Cómo has pasado sin vernos
a coger el ascensor?"
"¿Ascensor?¿Estás de guasa?
Subimos mil escalones
siguiendo a una moza rara
que enseñaba los pezones..."
"Venga, Tiago, estás de broma.
Yo no he visto a nadie así.
Y pronto será la hora
de comenzar el festín.
Las luces van a apagarse
sólo quedarán las velas
la gente va a disfrazarse,
¿dónde están las escaleras?"
"Pues según hemos entrado
parten justo a la derecha"
"En la entrada estoy yo, Tiago,
y no hay ninguna escalera"
"¿Y al chepudo, ¿no le has visto?
¿No ha salido a recibirte?"
"¿El chepudo? Mira, chico,
nunca oí excusa más triste."
La conferencia se corta:
la batería se ha agotado.
Va a la ventana è se asoma.
Lo que ve le deja helado:
Afuera, todo es penumbra.
No hay luz ni en el horizonte,
sólo el viento, que susurra.
Juraría que su nombre.
Entre jirones de niebla
aparece ante su faz
como un rostro, que se eleva
y que susurra a la par:
"Tiago, Tiago, ven a mí;
salta desde esa ventana
por donde un día caí
cuando era moza lozana"
La niebla ententa atrapallo.
Lanza el móvil contra ella
mas la atraviesa, volando.
Suena una risa perversa...
Sale corriendo por fin.
Enganchando a Mari al vuelo
y dejando tras de sí
el equipaje en el suelo.
Descienden los escalones.
Más que de pie van rodando
entre gritos y empujones
a los santos conjurando.
Irrumpiendo en el salón,
corren hacia la salida
sin fijarse en la reunión
que a sus espaldas había:
Unos seres transparentes,
cual de vapores compuestos
danzan, ríen, se divierten,
alrededor de un gran fuego.
Tiago tira del cerrojo
que pesa como un demonio
Mari mira de reojo
y ve que vienen los monstruos.
Hinca uñas al momento.
Don Tiago, pega un respingo
el cerrojo queda abierto
è fuyen, enloquecidos.
Sin mirar siquiera atrás,
resbalando por el fango,
llegan al fin donde está
el carruaje esperando.
Arranca raudo y veloz.
Las ruedas despiden barro
que atraviesa sin tocar
a aquellos espectros blancos.
A base de acelerar,
poco a poco va dejando
a los espectros atrás,
hasta que salen del fango.
Cuando, ya en la carretera,
mira a su retrovisor,
no ve nada: pareciera
que fue todo una ilusión.
Un cartel a su derecha:
"Castillo del Buen Amor"
apunta a una carretera
que va en otra dirección.
La toman y al poco rato
aparece otro castillo
por un jardín rodeado
con miles de farolillos.
La banda toca en la puerta,
con atuendo medieval
parécese que la fiesta
acabara de empezar.
En efecto, según llegan
sale su hermano a abrazarle:
"Tiago de mis entretelas,
¿Dónde estabas? Llegas tarde"
Mira a Mari, y adivina:
"¿Se ha puesto mala, señora?
Tiene cara de enfermita,
pálida è hasta ojerosa"
"Venga, sacad las maletas
que el jolgorio va a empezar"
Rindiéndose a la evidencia,
Don Tiago va a confesar:
"No tenemos ya maletas.
Las tuvimos que dejar
al salir a la carrera
de aquel horrible lugar"
"Venga, Tiago, deja el rollo.
Que lleges tarde, lo acepto
mas non me trates de bobo
endosándome ese cuento.
Si a través de tu cristal
estoy viendo tu maleta...
abre ya el portón de atrás
è dejémosnos de tretas"
Abre Tiago el maletero,
baja incrédulo a mirar.
Las maletas, en efecto,
se encuentran en su lugar.
"Tan sólo ha sido un mal sueño,
me lo he debido inventar.
Pero..." - busca con empeño -
"y mi móvil, ¿dónde está?"
Mira a Mari: es como cera
Toca su brazo: allí están
las marcas que en la contienda
dejó al sus uñas clavar.
Fue lo último que fizo
justo antes de desmayarse.
En parihuelas, sus primos
les llevaron a acostarse.
È, desde el día siguiente,
si les recuerdan el caso,
les castañean los dientes,
tan sólo de recordallo.
viernes, 2 de septiembre de 2005
Admiróse un portugués
Gusta Don Saulo, también,
de goçar con otros trovos
que - aunque escritos por otros -
fácenle sentir fetén.
Una vez le pregunté
si conocía algún poema,
è, con locuaz verborrea,
declamó el del portugués:
"Admiróse un portugués
de ver que en su tierna enfancia
todos los niños en Francia
supieran fablar francés.
Arte diabólico es,
- dijo torciendo el mostacho -
pues, para hablar en gabacho,
un fidalgo en Portugal
llega a viejo è lo hace mal.
É aquí... ¡lo fabla un muchacho!"
De aquesta forma è manera
les prevengo contra él,
o su intensa verborrea
ya non podrán detener.
jueves, 1 de septiembre de 2005
A Don Álvar, en solemne aniversario
Va Don Álvaro gallardo
por los suyos rodeado.
Se dirige todo ufano
hasta un garito del barrio.
Vienen a felicitarlo
indigentes y feriantes
que quieren trincar de paso
un par de birritas, gratis.
Flanqueado por su guardia,
- léase David Simón -
que le protege la espalda,
se escaquea de la ocasión.
Pide birras. Grita a todos:
"las cañas las pago yo"
(En la barra hincando codos
pide cinco de jamón)
Doña Ascen, bate palmas.
El Alegría, el sifón;
pero la espita no aguanta
y sale el chorro a presión.
Álvaro Angulo, empapado
por el líquido salió,
y ceñudo va rumiando
su venganza en baja voz.
"¡Aquí viene Doña Alicia!"
- se oye al fondo del salón.
"¡Que baile, que baile!" - gritan
borrachines de licor.
"¡Que canten los de Trescantos!"
- clama el de Ángel vozarrón -
"¡Mejor, que suelten los cuartos
y se paguen el jamón!"
"¡A la gallinita ciega!"
- se le ocurre a Margarita -
"¡Eso, que Álvaro sea
el primero que la liga!"
Hacen corro las mujeres.
Don Álvar se felicita
sus ojos cubren crueles
con esa típica cinta.
Según comienza a dar vueltas,
ya no queda en el salón
invitado más que aquella
que se termina el jamón.
Ha pasado media hora
cuando se engancha al perchero.
Dice: "te pillé, señora,
ahora, me debes un beso."
Al ver que nadie se acerca,
ni ósculo alguno recibe,
decide quitar la venda
que a sus ojos ver impide.
"¡Cruel destino!, ¿qué pasa?"
- dice agarrado al perchero
mientras se acerca a su espalda
un fornido camarero.
La cuenta, amable le alarga.
Le dice: "son mil doscientos
euros por aquellas tapas.
Las cervezas son trescientos."
Echa Álvaro un vistazo
buscando a la su parroquia
y queda mudo de espanto:
no vuela allí ni una mosca.
Aún agarrado al perchero
en su chaqueta rebusca
y al fin saca el monedero
donde halla una nota chusca:
"Alvarito, te esperamos
en el Pub El Rocanrol.
Mil gracias por invitarnos.
Qué rico estaba el jamón"
En el Pub, fiesta sorpresa;
preparados los regalos.
Lo de la gallina ciega
fue un truco por demorarlo.
Pasan las horas en balde
se preguntan si habrá hallado
el post-it que dejó alguien
en su bolsillo guardado.
Deciden, todos en grupo,
acercarse a rescatarlo
mas no le encuentran: seguro
que a su casa se ha marchado...
Pero ven en el perchero
que aún su abrigo está colgado
buscan en el monedero;
ven el post-it arrugado.
Preguntan al camarero,
que les dice: "está fregando
y hasta el veintitrés de enero
no creo que haya acabado."
Salieron todos corriendo
y a Don Álvaro dejaron
disfrutando del concierto
de "Don Fairy y sus mil platos"
Cuando llega al pub, se encuentra
que la fiesta ha terminado:
se acabaron las botellas,
se llevaron los regalos.
Tan sólo queda una mesa
con un folio emborronado
donde con torcida letra
le dejan este recado:
"A Don Álvar en solemne aniversario
este soneto preclaro le dedico,
yo hace tiempo que cumplí los veinticinco,
y dudo que otro llegue a celebrarlo.
Más que obsequios, guardaría en relicario
lo poco que le quede aún de niño,
pues observo que desde un rincón sombrío
ya le acecha la vejez del centenario.
Veo La Parca, que le mira con cariño
ya que sigue empeñado en cumpir años,
y sus manos ya se frota en anticipo
al sentir menguar su porte, antes gallardo.
Las velas del pastel, amigo mío,
para el velatorio debes ir guardando."
"¡Pardiez, por aquí ha pasado
ese tal Saulo maldito
y esta nota me ha dejado
por non invitarle a vino!
¡Juro que el próximo año
una les he de jugar.
Que se metan los regalos
por ése oscuro lugar!"
En fin, Álvarito, con amigos así...
¿para qué quieres enemigos?
¿para qué quieres enemigos?
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